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INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO

Belgrano y...

El periodismo, la ecología, la educación de la mujer, sus escuelas, su amistad con San Martín y Güemes, sus lugares de descanso, canto funebre a la muerte del General D. Manuel Belgrano y mucho más.

El periodismo

Telégrafo Mercantil / Semanario de Agricultura, Industria y Comercio / Correo de Comercio

La formación intelectual de Manuel Belgrano, de carácter enciclopedista, adquirida en Europa, es la ideal de todo periodista. Tenía un buen conocimiento de varias lenguas como el francés, italiano e inglés, lo que le posibilita el acceso directo a diversas fuentes de conocimiento, como el contacto personal con autoridades y personajes relevantes de su época.

Tiene especial vocación por el estudio de la economía política y del derecho público, y ha de volcar sus conocimientos en el incipiente periodismo del Río de la Plata.

Los más desconocidos antecedentes de Manuel Belgrano como cronista -bien dice Armando Alonso Piñeiro – no figuran en los tres diarios clásicos de la Colonia, sino en las actas del Real Consulado de Buenos Aires. Belgrano se convirtió entonces en cronista de viajeros, correspondiéndole en realidad el título de “primer cronista argentino de viajeros”, aunque sus experiencias escritas no fueran dadas a publicidad sino modestamente relegadas a los documentos del Real Consulado, simplemente por el hecho de que el incipiente periodismo de la época estaba animado por otras inquietudes.

Siendo secretario del Consulado, Belgrano hace que ese cuerpo se suscriba a diferentes periódicos europeos como el “Almanak Mercantil”, el “Correo Mercantil” y el “Semanario de Agricultura’’, de origen madrileño los dos últimos.

Su actividad periodística comienza en el “Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata”, que empieza a publicarse el primero de abril de 1801, fundado y dirigido por el militar, abogado y escritor Francisco Antonio Cabello y Mesa. Aparece primero dos veces a la semana y luego se transforma en un semanario dominical. Tiene licencia oficial exclusiva y es sostenido por la contribución de casi doscientos suscriptores. Este primer periódico editado en Buenos Aires está destinado a la divulgación de ideas de interés general, artículos acerca de la agricultura, el comercio, el progreso, los precios en plaza, los recursos provinciales, etc.

Según consideran algunos estudiosos, Belgrano es el inspirador de Cabello y Mesa en la fundación de ese periódico y colabora en sus páginas junto a Juan José Castelli, Julián de Leiva, Domingo de Azcuénaga y otros.

Comienzan ciertas desinteligencias entre Belgrano y Cabello y Mesa, el Consulado le retira su apoyo y el 17 de octubre de 1802 deja de publicarse. El semanario, del que se habían editado ciento diez números, es clausurado por orden del Virrey del Pino.

Un mes antes de dejar de circular el “Telégrafo Mercantil”, aparece el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”, bajo la dirección de un comerciante criollo llamado Juan Hipólito Vieytes que llega a publicar 218 números, entre el 2 de septiembre de 1802 y el 11 de febrero de 1807. La publicación cuenta con los auspicios del Real Consulado y se transforma en un verdadero vocero de ese organismo, al demostrar los beneficios de las teorías económicas vigentes en Europa y defendidas por Belgrano.

Propicia el fomento de la industria, del libre comercio y sobre todo de la agricultura, según la corriente fisiocrática. Desarrolla las teorías enunciadas por Belgrano en sus Memorias económicas.

El “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio” deja de circular a comienzos de 1807 a causa de la grave situación que enfrenta Buenos Aires con la amenaza de una nueva invasión de fuerzas inglesas, acantonadas en Montevideo.

El 23 de mayo de 1807, los ingleses inician en Buenos Aires, la edición de un periódico bilingüe – inglés –español- que llaman “La Estrella del Sur”. Se publican siete números con la finalidad de alentar a los criollos a independizarse de España y adoptar el sistema de libre comercio que posibilite la introducción de los productos británicos.

En Buenos Aires, entre octubre de 1809 y enero de 1810, por disposición de Cisneros se edita la “Gaceta del Gobierno de Buenos Aires”, destinada a difundir textualmente los documentos oficiales.

El 3 de marzo de 1810, con la aprobación del Virrey Cisneros, se edita el “Correo de Comercio”, siendo los redactores Manuel Belgrano e Hipólito Vieytes. El periódico abarca 58 números, siendo el último ejemplar el del 5 de abril de 1811. La publicación se cierra sin aviso previo, estando Belgrano, su fundador, fuera de la capital.

Manuel Belgrano, siendo Brigadier General de Ejército, al frente de la división acantonada en Tucumán, publica un semanario que llama “Diario Militar del Ejército Auxiliador del Perú”. Es un pliego informativo que divulga las noticias de carácter militar, referentes a las alternativas de la campaña; aunque sin dejar de lado los principios morales que según la opinión de Belgrano debían impartírsele a la tropa. La redacción se confía al general chileno Manuel Antonio Pinto, o bien, a Patricio Sánchez de Bustamante, secretario del comandante en jefe. Se publican 78 números entre el 10 de julio de 1817 al 31 de diciembre del año siguiente.

La vocación periodística de Belgrano se extiende con igual sentido didáctico ahora frente al soldado, procurando infundir los valores de abnegación y patriotismo, en la Patria Naciente.

Temas desarrollados por el Belgrano en periódicos coloniales 

Los temas desarrollados por Belgrano en el Correo de Comercio coinciden con los expuestos en las Memorias Consulares, guardando una apariencia conciliadora con las autoridades virreinales, para ocultar el verdadero sentido revolucionario de sus artículos. Prueba de ello es lo que elabora en vísperas de la Revolución de Mayo con el título: “Causas de la Destrucción o de la Conservación y engrandecimiento de las Naciones”.  Aquel breve ensayo, según palabras de Belgrano:

“…contentó a los de nuestro partido como a Cisneros, y cada uno aplicaba el ascua a su sardina, pues todo se atribuía a la unión y desunión de los pueblos”.
Belgrano critica duramente la desunión, que ocasiona grandes males

“…basta la desunión – dice en la primera plana del sábado 19 de mayo de 1810 – para originar las guerras civiles,
para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el Imperio más floreciente”.

Varios artículos se ocupan de la agricultura como uno de los elementos básicos para lograr la riqueza de una Nación. Véase Correo de Comercio del 3 de marzo de 1810 y del 14 de abril del mismo año.

Se ocupa asimismo de la reparación de caminos, creación de puentes, apertura de canales, establecimiento de riegos, introducción de máquinas para facilitar la labranza y el transporte de los productos.

En otros ejemplares, se hace referencia a las numerosas dificultades que afectan las tareas de los labradores, el poco amor al trabajo de los peones, y a los usureros “que tragan sustancia del pobre y aniquilan al ciudadano”.

Propone iniciar en toda la campaña el empadronamiento del ganado, para evitar el cuatrerismo.

Publica el 14 de abril de 1810, un artículo que denomina “Estadística”, para resaltar la importancia de esta ciencia en el fomento de la agricultura, industria y comercio de una Nación.

Basándose en los informes de los Diputados del Consulado, describe en diversos artículos a las distintas regiones de manera pormenorizada, ya sea desde el punto de vista geográfico, económico e histórico.

Otro de los temas que lo preocupan es la educación, siendo una constante en su vida. Belgrano preconiza las virtudes de la educación “… persuadido de que la enseñanza es una de las primeras obligaciones para prevenir la miseria y la ociosidad…”.

Sus primeros trabajos periodísticos sobre educación se publican en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, en 1802; el artículo se llama “Educación Moral” y luego publica “Educación político-moral” en los números siguientes. Se dirige a los jóvenes destacándoles el esplendor del Estado, con una crecida población de “hombres industriosos y ocupados”, a lo que es necesario agregársele la formación moral y cristiana de los mismos, “único molde en que pueden vaciarse los hombres grandes”.

En setiembre de 1805, publica un artículo bajo el título “Educación”, ocupándose de la enseñanza de los niños, a quienes debe instruirse correctamente en el conocimiento de la geometría, la geografía, la práctica y teoría de la agricultura, además de la lectura y escritura. Le dice a los padres:

“El amor a nuestros semejantes es obra de la naturaleza; pero el dirigirnos hacia los deberes de verdaderos ciudadanos es una sagrada obligación que nos impone la sociedad..”

En el Telégrafo Mercantil y en una edición extraordinaria del Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, se publican los discursos que como Secretario del Consulado, pronuncia durante la clausura de los certámenes públicos de la Academia de Náutica, de marzo de 1802 y enero de 1806.

En el Correo de Comercio se refleja la inquietud de Belgrano por modificar el sistema de la enseñanza de las primeras letras en el Virreinato; propone someter a las escuelas a inspecciones periódicas para sacarlas del abandono y fundar otras en la campaña, gratuitas, costeadas por la villas y ciudades. Merece ser especialmente destacada su preocupación por la educación de la mujer. En ejemplares de fines de julio de 1810 expresa que el Estado tiene la obligación de atender por igual a la educación de la mujer, a fin de generalizar las buenas costumbres, señalando que “por desgracia el sexo que principalmente debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas lo tenemos condenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia”. Por entonces, existía una sola escuela pública para niñas en Buenos Aires, el Colegio de Huérfanas de San Miguel.

Otro de los aspectos importantes, es el sentido que Manuel Belgrano le asigna a la prensa, considerándola un elemento insustituible de divulgación de la cultura y por lo tanto, debe permanecer íntimamente unida al principio de libertad. Se ocupó del tema en un artículo que titula ’’La libertad de la prensa es la principal base de la ilustración pública”, publicado en el Correo de Comercio del día 11 de agosto de 1810.
No es de extrañar entonces que el 8 de noviembre de 1811, el Cabildo de Buenos Aires lo designe elector nato para la Junta Protectora de la Libertad de Imprenta.

La ecología 

Belgrano puede ser definido como el primer gran ecologista argentino pues, como hombre gran conocedor del país sostenía; “Todo se ha dexado a la naturaleza; mas es, aun esta misma se ha tirado ha destruir, si cabe decirlo así por todas partes que se recorra en sus tres reinos, animal, mineral y vegetal, sólo se ven las huellas de la desolación, y lo peor es, que se continua con el mismo, o tal vez mayor furor sin pensar y detenerse a reflexionar sobre las execraciones que merecemos de la posteridad y que ésta llorará la poca atención que nos debe”. 1

Se experimentaba la destrucción de muchas especies y ello le hacía temer a Belgrano que pudieran llegar a extinguirse. Al ver la destrucción de los montes y bosques, siendo utilizadas sus maderas y leñas para hacer fuego, manifestaba: 2

“Perecieron los bosques como el inmenso mar respecto de la corta población que teníamos, y aún tenemos, si se atiende a los grandes territorios que poseemos, y sin atención a las consecuencias, no hay estación que sea reservada para los cortes, éstos se ejecutan a capricho y hemos visto a los Montarases dar por el pie a un árbol frondoso, en lo más florido de la primavera, solo para probar el filo de las hachas”.

Belgrano se preocupaba al observar la muerte indiscriminada de tantos árboles, dado los perjuicios que produciría a las generaciones venideras el no poner remedio a la depredación. Insistía para que todos los hombres públicos reglaran “esta materia por demás importante”. Al referirse a los plantíos afirmaba que debían ser uno de los objetivos principales y protegerlos lo ponía en “el rango de las virtudes- no teologales- pero sí del nivel de aquellas morales, que hacen a la vida de la sociedad y con más particularidad a la de todas las provincias que conforman el Virreinato del Río de la Plata, cuyas llanuras inmensas así lo exigen no menos que las necesidades de la Gran Capital”. 3

Belgrano afirmaba que “hacer plantíos es sembrar la abundancia en todas partes y dejar una herencia pingüe a la posteridad”. Este importante objeto fue preocupación de los gobiernos desde la más remota antigüedad: 4

“Ha habido héroes en este género, como en el arte de la destrucción del género humano, y de las devastaciones de los payses, seguramente con el mejor título a tan digno nombre. De Cyro cuenta la historia que cubrió de árboles toda el Asia Menor. Qué hermoso es adelantar de este modo la tierra. Llenarla de una variedad de escenas tan magníficas como las que presentan los árboles magestuosos; es en algún modo acercarse a la creación. Catón, en su libro sobre la Vida Rústica, dice que para determinarse a edificar se necesita mucho tiempo, y comúnmente no se executa; pero cuando se trata de plantar, es absurdo detenerse a deliberarlo, debe plantarse sin dilación …’’

Toma como ejemplo a Virgilio, quien escribió un libro en donde recomendaba plantar tomillo, pinos y otros árboles aptos para la producción de buena miel.

Elogia la labor de Melchor Albin, contador de la Real Renta de Correos de Buenos Aires, por su afición a hacer en sus horas libres de trabajo “bellos paisajes con plantíos de especies extranjeras y autóctonas, que iban embelleciendo los alrededores de Buenos Aires” Con el asesoramiento del ingeniero agrónomo Martín de Altolaguirre experimentó la adaptación de distintas plantas provenientes de diferentes regiones de América, buscando resolver los problemas de terreno y climáticos. Desde Montevideo, Francisco de Asís Calvo remitía semillas de roble para propagar su cultivo en la zona de la Ensenada de Barragán.

Para lograr el objetivo de poblar a lo largo del río, se fundó el pueblo de San Fernando de la Buena Vista, proyecto que había sido interrumpido por las invasiones inglesas de 1806. Poco después el Consulado ofrecía, veinticinco pesos de premio al vecino de la zona que plantase en las inmediaciones del canal, cien pies de álamos y los tuviese arraigados para el próximo año. Debían certificar esta tarea el cura párroco y el comandante de ese pueblo. Melchor Albín procuraría las cien plantas, para llevar a cabo estas primeras experiencias en San Fernando, a fin de rescatarse buena parte de los terrenos inundables e insalubres. 5

También se ocupó de evitar la matanza indiscriminada del ganado vacuno y yeguarizo, prohibiendo la matanza de las hembras preñadas, entre otras medidas.

Aconsejaba que se favoreciera la producción de lanas de vicuña. Belgrano proponía con sabias leyes evitar ‘’las bárbaras costumbres de correr y matar a los inofendentes animalillos para esquilarlos”.

La labor de Belgrano como Secretario del Consulado fue incansable. Volcó los informes de los Diputados Consulares en el Correo de Comercio, para lograr que la opinión pública tomara conocimiento de la situación del país y se interesara por mejorarla. Su preocupación por la ecología, demuestra que Belgrano fue un verdadero adelantado para su época.

Belgrano, protomaestro en materia de explotación agraria - por Alejandro Molle

Belgrano, protomaestro en materia de exploración agraria. Alejandro Molle.

  1. Cfr. Comercio en “Correo de Comercio”, n 2, T.1, sábado 10 de marzo de 1810, pp. 12 a 15. Cristina MINUTOLO de ORSI, Manuel Belgrano, precursor de la ecología en la Argentina, en; REVISTA HISTORIA, Buenos Aires, Año XIII, N 52, diciembre de 1993 –febrero de 1994
  2. Cfr. Suplemento del “Correo de Comercio”, Buenos Aires, N 11, sábado 12 de mayo de 1810, pp. 89 a 91..
  3. Cfr. “Correo de Comercio”, Buenos Aires, N 15, sábado 9 de junio de 1810, pp. 115 a 119.
  4. Cfr. Los plantíos en “Correo de Comercio”, Buenos Aires, N 9, T. 1, sábado 28 de abril de 1810, pp. 63 a 68. Causas de la destrucción o de la conservación y engrandecimiento de las naciones, en ibídem, N 12, T.1, sábado 10 de mayo de 1810, ob. cit.
  5. Formación del puerto y pueblo de Ensenada de Barragán, en “Correo de Comercio”, Buenos Aires, N 11, sábado 12 de mayo de 1810, pp. 81 a 83 y p. 88.}

La educación y la educación de la mujer 

La educación

Manuel Belgrano ha sido uno de nuestros próceres que más se ha ocupado por fomentar la educación. Se destaca su labor como secretario del Consulado, a partir de 1794 hasta los sucesos revolucionarios de 1810. Se preocupa por fomentar la agricultura, la industria y el comercio, tendiendo al desarrollo económico, sin descuidar el aspecto social. Para lograr un bienestar, no sólo material sino también a nivel humano, es necesario fomentar la educación, en los diferentes niveles.

En la primera Memoria de mediados de 1796, propicia la creación de una Escuela Práctica de Agricultores y otra de Comercio.

Su profundo idealismo, hace que se sensibilice frente a la situación de los habitantes de la campaña:

“…Esos miserables ranchos donde se ven multitud de criaturas, que llegan a la edad de la pubertad, sin haberse ejercitado en otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto. Uno de los principales medios que se deben adoptar a este fin son las escuelas gratuitas, a donde puedan los infelices mandar sus hijos, sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción; allí se les podrán dictar buenas máximas, e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde reine la ociosidad, decae el comercio y toma su lugar la miseria”.

Belgrano propone que los niños aprendan las primeras letras, conocimientos matemáticos básicos junto con el catecismo, para luego ser admitidos por los Maestros menestrales, quienes les enseñarían su oficio, teniendo éstos la obligación de mandarlos a la Escuela de dibujo.

El cuidado de las escuelas gratuitas debía confiarse “a aquellos hombres y mujeres que, por oposición, hubiesen mostrado su habilidad y cuya conducta fuese de público y notorio irreprensible”. El Consulado debía velar sobre “las operaciones de maestros y maestras”, comisionando a tal efecto a dos consiliarios.

Otro punto de importancia era el de la distribución de los establecimientos. Belgrano manifestaba lo siguiente; “Estas escuelas debían ponerse con distinción de barrios, y debían promoverse en todas las ciudades, villas y lugares que están sujetas a nuestra jurisdicción, comisionando para ello a los diputados, y pidiendo auxilio al excelentísimo señor virrey, a fin de que comunicase sus órdenes para que todos los gobernadores y demás jefes cooperasen a estos establecimientos tan útiles”.

Al estudiar estos proyectos que Belgrano presentara en 1796, al igual que los conceptos que sobre educación expusiera en el Correo de Comercio en 1810, Antonino Salvadores considera a Belgrano como “el verdadero propulsor de la educación, el verdadero padre de la escuela primaria argentina, pues él dio a la revolución la fórmula concreta de política educacional un cuarto de siglo antes de que Rivadavia iniciase las fundaciones que le han dado justo renombre’’.

Sus ideales tomaron los principios de la Ilustración Española, y siendo Belgrano profundamente católico promovía el estudio del catecismo en las escuelas.

Belgrano también se ocupaba de la educación de las niñas; proponía la creación de escuelas gratuitas para niñas, en donde se les enseñaría a leer, escribir, bordar, coser, etc., para combatir en ellas la ociosidad, y hacerlas útiles en su hogar, y permitirles ganarse la vida en forma decorosa y provechosa.

Para dar ocupación a las gentes pobres y especialmente a los niñas, Belgrano señalaba la utilidad de escuelas de hilar lanas. Recordemos que hilanderas y tejedoras eran oficios considerados “mujeriles”.

La prédica de Belgrano a favor de la difusión de la instrucción y educación pública como esencial para el fomento de la industria y riqueza, nos recuerda los discursos de Campomanes.

Belgrano también se ocupó del fomento del comercio y para difundir los nuevos principios y prácticas en la materia, proponía la creación de una Escuela de comercio. Comprendía una serie de materias que puede llamarse el ciclo matemático a saber: aritmética, llevar la cuenta y tener los libros y el cálculo y regla de cambio. El ciclo jurídico comprendía; reglas de la navegación mercantil, los seguros, modo de establecer la correspondencia mercantil, las leyes y costumbres usadas entre negociantes, etc. Por último señala las dos asignaturas esenciales del ciclo que podría llamarse económico; “los principios generales de la geografía y las producciones de que abundan o escasean los países”. Los orígenes de las Facultades de Agronomía y de Ciencias Económicas se encuentran en los planes de estudios que proyectara Manuel Belgrano. Asimismo fomenta la enseñanza técnica, enemiga del verbalismo y la rutina. 1

Belgrano para mejorar el desarrollo del comercio, proponía una compañía de seguros tanto para el comercio marítimo como para el terrestre, la necesidad de cuidar de caminos, muelles, y la erección de una Escuela de Náutica, “sin cuyos principios nadie pudiese ser patrón de lancha en este río. La utilidad y ventaja que proporcionará este establecimiento, aún para los que no quieren seguir la carrera de navegación, no será bien ponderada jamás, ni yo puedo hacerla ver más claramente que llamando la atención de V.V.S.S. a los progresos que han hecho los jóvenes en las innumerables escuelas que de estos principios tiene”.

El vasto plan que Belgrano proponía en la Memoria de 1796, abarcaba la creación de escuelas de agricultura, dibujo, arquitectura, primarias para niñas, de hilazas de lana, comercio y náutica. Sólo pudo ver realizada una mínima parte de su programa; la creación de escuelas de dibujo y náutica.

La escuela de geometría, arquitectura, perspectiva y todas las demás especies de dibujo contaría con el profesor Juan Antonio Gaspar Hernández y fue inaugurada el 29 de mayo de 1799. La Academia no iba a tener larga vida. Por orden real de 4 de abril de 1800, se manifestaba al Consulado que no se dispondría de dinero para mantenerla.

A pesar de ello, el Consulado pretendió seguir sosteniendo la Academia, pero sin éxito, y por otra Real Orden del 26 de julio de 1804 fue finalmente clausurada.

La Academia de Náutica comenzó a funcionar el 25 de noviembre de 1799, bajo la dirección de Pedro Antonio Cerviño. Los cursos de la Academia, de una duración de cuatro años, abarcaban el estudio de la aritmética, geometría, trigonometría plana y esférica, álgebra, dibujo, hidrografía, principios de mecánica, geografía y navegación. Si bien Belgrano seguía con interés la marcha del instituto, ésta cerró sus puertas al producirse la primera invasión inglesa en 1806.

Es constante el interés de Belgrano por fomentar la educación, pero lamentablemente la crisis política de la época hizo que muchos de sus proyectos no pudieran realizarse.

En 1813, la Asamblea Constituyente, a raíz de la victoria de Salta, dona a Belgrano la cantidad de 40.000 pesos. Este los destina a la fundación de cuatro escuelas; en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, y elabora un Reglamento, que debía regir en las mismas. Belgrano presentó a consideración del gobierno el Reglamento.

EL reglamento disponía en su artículo primero que se destinaba a cada una un capital de 10.000 pesos, cuya renta de quinientos pesos costearía el sueldo del maestro de cuatrocientos pesos, y los útiles y libros de los niños de padres pobres, si resultaba un sobrante, se destinaba a premios de estímulo.

Las escuelas quedaban bajo la protección y vigilancia de los ayuntamientos; la provisión de cargo de maestro se hacía por oposición, debiéndosele dar cuenta a Belgrano de su resultado, para hacer el nombramiento, función que pasaría a su muerte al Cabildo.

Es importante ver la consideración que recibía el maestro. En el artículo 8 se disponía que en las principales ceremonias se le debía dar “asiento al maestro en cuerpo de Cabildo, reputándosele como Padre de la Patria”. En el artículo 18 se establecía; “El maestro procurará con su conducta, y en todas sus expresiones y modos, inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la Religión, consideración y dulzura en el trato, sentimiento de honor, amor a la virtud y a las ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, despego del interés, desprecio de todo lo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de Americano que la de Extranjero”.

En otros artículos Belgrano reglamentaba lo pertinente al régimen interno de las escuelas, la distribución del tiempo, y las recompensas a conceder a los mejores alumnos. En relación a los castigos, se autorizaba a aplicar azotes en casos graves, no pudiendo pasar de doce y “haciéndolo esto siempre separado de la vista de los demás jóvenes”. En el artículo 19, recomienda que los niños se presentaran correctamente, y que “no se permitiera que nadie use lujo, aunque sus padres puedan y quieran costearlo”.

Este reglamento refleja el interés de Belgrano por la educación, aún en tiempos de guerra. El mismo fue conocido en Buenos Aires en julio de 1813 e influyó en la formación de los reglamentos de la provincia, pero especialmente tuvo una influencia decisiva en el reglamento de las escuelas de Córdoba del 10 septiembre de 1813.

Podemos decir que Manuel Belgrano se interesó por la educación en los distintos niveles, ya sea primario como terciario, y fue un precursor en fomentar la educación femenina, para que ésta gracias a la educación pudiera tener una mayor participación social.

La educación de la mujer 

Belgrano, al igual que el obispo de San Alberto, que actuara en el Tucumán, cuando Belgrano todavía era un niño, se interesó por la educación de la mujer.

En España, los pensadores de la Ilustración Española se interesaron por este asunto. El mismo también se vio reflejado en reales cédulas. Así, Carlos III, dictó, para las niñas el “Reglamento para el Establecimiento de Escuelas Gratuitas en los barrios de Madrid”. 1

Belgrano consultó la obra del humanista valenciano Juan Luis Vives, titulada Instrucción de la mujer cristiana, donde se lee: “Aprenderá, pues la muchacha, juntamente letras, hilar y labrar, que son ejercicios muy honestos… Terencio, pintor de la vida humana, describiendo que tal ha de ser la doncella muy honesta, dice: “Sostenía su vida hilando lana y tejiendo”. Salomón, entre los otros loores que él da a la mujer virtuosa dice: “Buscó lana y lino y obró con la industria de sus manos. ..”. 2

Juan Carlos Zuretti escribió: “El combate a la ociosidad es proyectado por Belgrano en todas sus posibilidades. Para dar ocupación a las gentes pobres y especialmente a los niños le parece recomendable el establecimiento de escuelas de hilazas de lana y algodón…”trayendo de Europa todos los tornos necesarios, los maestros que enseñen su uso a los niños y la maestra que enseñe a las niñas, pues contemplo utilísimo que haya esta separación en la escuela”, con lo que expresa su poca simpatía por la coeducación”. 3

Belgrano buscaba la separación de sexos en la escuela, de acuerdo a la tradición católica que establecía esa norma en ese momento. En los países protestantes era bastante común la coeducación, de acuerdo con las enseñanzas de Comenio.

Belgrano no busca formar mujeres intelectuales, sino que con criterio práctico, tuvo más presente a la madre de familia. Procuró alejarla de la ignorancia y fomentar la virtud.

En ello siguió a los españoles de su tiempo y a Vives, quien dijo: “El tiempo que ha de estudiar la mujer yo no lo determino más en ella que en el hombre, sino que en el varón quiero que haya conocimiento de más cosas y más diversas, así para su provecho de él como para bien y utilidad de la república para enseñar a los otros”. 4

Belgrano, en el Río de la Plata, fue uno de los primeros en ocuparse de la educación de la mujer, buscando dignificarla. No debemos olvidar la acción de los jesuitas, quienes no sólo se ocuparon de la evangelización del indígena, sino que fueron los encargados de la educación en el periodo hispánico, hasta su expulsión en 1767. Ellos fueron los primeros que dignificaron a la mujer, preparándolas para que fueran buenas madres de familia.

La acedemia de dibujo

Belgrano fomentó la creación de diversas escuelas, a saber: de Agricultura, Dibujo, Arquitectura, Primarias gratuitas, Gratuitas para niñas, de hilazas de lana, Comercio y Náutica; según figura en la Memoria del 15 de junio de 1796. Lamentablemente, por la situación de crisis que se vivía en esa época, algunas de estas escuelas no pudieron fundarse.

El proyecto de Belgrano, abarcaba una educación primaria gratuita, por lo cual podemos decir que fue el gran promotor de la escuela primaria gratuita, en la cual se enseñaran los principios de la religión católica. Sarmiento, fomentó posteriormente la educación laica, pero la enseñanza gratuita tuvo como primer iniciador a Belgrano. El plan de Belgrano también abarcaba a través de diferentes escuelas, como las de Náutica y de Dibujo, una enseñanza técnica, en procura de lograr un fomento de la Ciencia y la Técnica. Belgrano procuraba un desarrollo de lo que hoy en día conocemos como “recursos humanos”, en función de alentar la producción y de fomentar un desarrollo de la persona que la alejara del ocio y los vicios. Seguía el pensamiento de la Ilustración Española, representada por Campomanes y Jovellanos. El pedagogo Pestalozzi, nacido en Zurich, tuvo gran influencia en España y en Manuel Belgrano, quien se compenetró con las nuevas ideas mientras estudiaba en España. Así mismo recibió las influencias del abate Genovesi y del francés Condillac. 1.

En la Memoria de 1796 preconizaba la erección de una Escuela de Dibujo que sería útil para las diversas ramas de las artes manuales, como para los altos estudios encerrados entonces en el cuadro general de la filosofía. El teólogo, el ministro y el abogado necesitarían el conocimiento del dibujo, pues mientras a unos les facilitaría el estudio de la geografía y el manejo del mapa y compás, a los otros les serviría para comprender los “planos iconográficos y agrimensores, de las casas, terrenos y sembrados que presentan los litigantes en los pleitos”; los médicos tendrían mayor facilidad para estudiar detenidamente las partes del cuerpo humano que figuran en las láminas de los tratados de anatomía y hasta las propias mujeres para el mejor desempeño de sus labores. Concluye Belgrano diciendo “que es forzoso que esta Junta, cuya obligación es atender por todos los medios posibles a la felicidad de estos países, lo establezca (igualmente que una de arquitectura, pues en los países cultos no solamente es útil, sino de primera necesidad) en todas las ciudades principales del virreinato y con más prontitud en esta capital, para cuyo caso tendré el honor de presentar unas constituciones y métodos de enseñar, principalmente a aquellos que se destinan a los oficios menestrales’’. 2

Por lo tanto, la Escuela de Dibujo, que comenzó a funcionar en las postrimerías del Siglo XVIII en Buenos Aires, y es la primera de esta clase que funcionó en territorio argentino, se debe, exclusivamente, a la iniciativa de Belgrano.

Belgrano debió enfrentarse por un lado a la indiferencia de los miembros del Consulado, que obstaculizaron su instalación, alegando motivos económicos, y, por otro lado, a la situación de crisis de la Metrópoli, en guerra con Inglaterra, que consideraba este tipo de establecimientos como un mero lujo.
A pesar de ello, el 23 de febrero de 1799, el profesor don Juan Antonio Gaspar Hernández, se dirigió al Consulado de Buenos Aires, con una nota en que pedía el apoyo de ese organismo para establecer una escuela de “Geometría, arquitectura, perspectiva y todas las demás especies de dibujo’’, con lo que pensaba contribuir a la felicidad pública. 3

El Consulado se ocuparía de los gastos que demandase su instalación y fueron Belgrano y Hernández, quienes formularon el presupuesto de los gastos. Belgrano el 14 de marzo de 1799 formula el presupuesto y lo acompaña con un reglamento de 7 artículos. Este reglamento no fue aprobado sino un año después y con bastantes modificaciones. Debemos consignar que Hernández prestó sus servicios sin cobrar honorarios.4
Esta Academia contaba como único maestro a Hernández, quien era profesor de escultura y arquitectura y adornista, y oriundo de Valladolid. El Consulado controlaba el funcionamiento de la Academia. El calendario escolar comprendía vacaciones en los meses de junio, julio y agosto y las clases se daban por la tarde, en invierno desde las cuatro hasta la oración y en verano (noviembre a marzo inclusive), desde las seis a la oración. Los exámenes eran trimestrales.

No sólo se tenía en cuenta la aplicación del alumno, sino también la conducta, y eran expulsados a la tercera falta grave. Los castigos corporales eran aplicados por el maestro, pero en ningún caso podían darse golpes o azotes que perjudicasen la salud del joven. Recordemos que en esa época eran aceptados los castigos corporales como método de reprensión.

La Academia comenzó a funcionar el 29 de mayo de 1799 y llegó a contar con 64 alumnos. Se instaló en el edificio del Consulado, estando sus aulas cerca del despacho de Belgrano. El interés del prócer se ve reflejado, dado que solía en sus ratos libres concurrir a las clases de la Academia.
A pesar de sus auspiciosos inicios, Hernández presentó su renuncia en abril de 1800 y se pensó designar como directores a los hermanos Cañete. Finalmente Hernández continuó como director de la misma. Hubo asimismo, algunos conflictos con los alumnos, quienes querían que las clases no se dieran por la tarde sino en horario nocturno. Además la Academia debió enfrentar reiteradas órdenes reales de clausura de la misma. La primera orden real de clausura, se basaba en que “aunque aprecia el celo de ese cuerpo, es su real voluntad que tenga presente las graves urgencias del Estado para excusar todo gasto durante ellas”. 5. Finalmente por real orden de julio de 1804, de la que el Consulado tomó conocimiento en 29 de octubre de 1804, se procedió a la clausura de la misma. Fueron vanos los intentos del Consulado y del Cabildo, de reinstaurarla.

Los únicos testimonios que nos quedan de esta Academia o Escuela de Dibujo, que fue la primera escuela oficial de estas características que funcionó en Buenos Aires, son los documentos escritos, no habiendo quedado muestras de los trabajos de los alumnos. Es necesario destacar la labor de Belgrano, quien actuó como un verdadero precursor de la enseñanza en nuestro país, a pesar de las dificultades que a veces dificultaron e incluso impidieron el logro de sus objetivos.

  1. V. Mario Quartaruolo, Ideología de Belgrano estudiada a través de sus maestros y de sus escritos. En: Cuaderno N 1, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 1965, pp. 162-166, y otras.
  2. Nicolás Besio Moreno, Las fundaciones matemáticas de Belgrano. En: Escorzo Belgraniano n 2, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 1995, pp. 17-18.
  3. Nicolás Besio Moreno, op. cit., p. 35.
  4. En Nicolás Besio Moreno, op. cit., figura un Apéndice de documentos, que abarca diferentes aspectos, tales como: presupuesto y proyecto de reglamento, contestación del Consulado a la real orden de clausura de la Academia, etc.
  5. Nicolás Besio Moreno, op. cit., p.42.

La Escuela Náutica

Belgrano, siendo Secretario del Consulado, en la primera de sus Memorias, del 15 de julio de 1796, plantea entre otros temas – como el fomento de la agricultura; la creación de escuelas para niñas, para incorporar a la mujer al mundo del trabajo, y de una escuela de comercio – la creación de una escuela de náutica. Lo hace con estas palabras: “…pero sí digo a V.V.S.S., que es forzoso se ponga igualmente como medio de la protección del comercio una escuela de náutica sin cuyos principios nadie pudiese ser patrón de lancha en este río y hubiese jóvenes a quien echar mano para las embarcaciones que vienen de España, caso de encontrarse sin piloto o pilotín. La utilidad y ventaja que proporcionará este establecimiento aún para los que quieran seguir la carrera de la navegación no será bien ponderada jamás, ni yo puedo hacerla ver más claramente que llamando la atención de V.V.S.S. a los progresos que han hecho los jóvenes en las innumerables escuelas que de estos principios tiene…”. Al fomentar el transporte fluvial no habrá pasado por alto la recomendación de Pascal cuando dice que “los ríos son caminos que andan”. 1

Belgrano también planteaba la creación de una Escuela de Matemáticas, iniciativa que no pudo llevar a cabo por la resistencia de la Corte. Por lo cual se abocó de lleno a la iniciación de actividades de la Escuela de Náutica. Esta, apoyada en las propuestas del Piloto Agrimensor General del Virreinato don Juan de Alsina – actas del 27 de agosto de 1798 y del 3 de setiembre de ese mismo año- y del consiliario Agustín García, junto al Capitán de Navío Don Félix de Azara, – según acta del 38 de febrero de 1799 – concreta su erección por acta del 30 de marzo de 1799. 2

El primer director de la Escuela fue Pedro Cerviño, siendo el segundo director Juan de Alsina, según acta del 9 de septiembre de 1799. Se le avisa al gobernador de Montevideo la creación del establecimiento, solicitándole su opinión a favor de las funciones asignadas al mismo.

Se le encarga a Belgrano la redacción del Reglamento de la Escuela de Náutica, que se inscribe en acta del 2 de diciembre de 1799..El análisis del Reglamento es muy interesante, para conocer las ideas belgranianas de fomento de la navegación fluvial. En su artículo primero, se establece la misión de la Escuela, que consiste en “el estudio de la Ciencia Náutica”, a fin de lograr “progresos, bien sea en el Comercio, bien en la Milicia o en cualquier otro estudio”. De esta manera, se refiere no solamente a una Marina Mercante, sino que abre la posibilidad de la formación en un futuro de una Marina de Guerra. 3

Debemos recordar que Belgrano se preocupaba en aumentar la capacidad económica del Virreinato, tanto en la producción de materias primas, agrícolo-ganaderas, como en las manufacturas, siendo uno de sus principales objetivos lograr el bienestar de sus pobladores. Dentro de este esquema era necesario mejorar las comunicaciones marítimas, ocupándose de la seguridad del comercio fluvial, costero y oceánico.

Se fijaba las responsabilidades de los dos maestros directores, estableciendo el contralor por parte de los integrantes de la Junta del Consulado. Estos no sólo deberían contar con capacidad profesional sino también con “regularidad de sus costumbres”.

El Reglamento trata de diferentes tópicos, a saber: condiciones de los alumnos, vacantes, materias, horas de clase, calendario escolar, obligaciones de los directores fuera de la escuela, exámenes, premios, castigos, establecimiento de un Santo Patrono. Resulta de interés conocer cuales eran las materias que se enseñaban en la Escuela: geometría elemental y práctica, trigonometría rectilínea y esférica, hidrografía, dibujo, álgebra, aritmética, cosmografía, geografía u descripción del Globo, elementos de navegación y construcción y uso de los instrumentos.

El sentimiento religioso de Belgrano también se halla presente en este Reglamento, al designar como Patrono de la Escuela, a San Pedro González Telmo Belgrano, en su accionar en el Consulado, se revela como un verdadero estadista, y como tal tenía un marcado interés por el aspecto marítimo, ocupándose de la seguridad en la navegación, y de la existencia de puertos seguros. Debemos señalar que Montevideo era un excelente puerto, no así Buenos Aires, por el fango de sus costas. La ensenada de Barragán era un buen puerto en la orilla occidental del Río de la Plata, ya que ofrecía protección a los temporales del sector sur: Pampero y Sudestadas.

No se limitaba al puerto, porque éste debía estar conectado con buenos caminos, puentes, etc, facilitando las comunicaciones y el comercio.

Dada la necesidad de que Buenos Aires contara con un muelle de pasajeros, inició los trabajos sin esperar la autorización de la Metrópoli.

Sin embargo, esta labor encomiable de Belgrano no prosperaría, dado que contaba con diferentes obstáculos. Dentro de la Escuela, donde los alumnos planteaban quejas respecto a la excesiva importancia que se le daba al estudio de la aritmética, en relación a la instrucción de los elementos de náutica. El Consulado accedió al cambio, produciéndose entonces la renuncia del subdirector Alsina, quien promovía el estudio de la matemática en los programas de estudio.

La mayor oposición, fue la de los comerciantes de Montevideo, que competían con el comercio de Buenos Aires, y se opusieron desde un comienzo a la creación de la Escuela de Náutica, y finalmente consiguieron que por Real Orden del 15 de septiembre de 1806, se clausurara esta Escuela.

Lamentablemente, este proyecto sufrió, como muchos otros que emprendiera Belgrano, como secretario del Consulado, la oposición de sectores que veían lesionados sus intereses, impidiendo que se concretaran los sueños de bienestar y desarrollo proyectados por Belgrano. –

  1. Atilio Aníbal Barbadori, Accionar del General Doctor Manuel Belgrano a favor de la creación de las marinas mercante y de guerra. Una epopeya frustrada. En: Instituto Nacional Belgraniano, Segundo Congreso Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 1994, p. 57.
  2. Atilio Aníbal Barbadori, op. cit., p.57.
  3. Instituto Belgraniano Central, Documentos para la historia del General Don Manuel Belgrano. Buenos Aires, 1982, tomo I, p.p.358-365.

San Martín

Un encuentro de la historia

Señala Mitre cuán importante es el momento en que se encuentran dos hombres eminentes en la Historia, a la sombra de una misma bandera; y ambos llegan a comprenderse y estimarse, haciéndose superiores a nobles pasiones que impidieran hacerse recíproca justicia, entonces la escena es tan interesante, como moral. Tal sucedió con San Martín y Belgrano. Los dos hombres verdaderamente grandes de la Revolución Argentina, y que merecen el título de Fundadores de la Independencia de la Patria.

Mitre sostiene que existen muchos puntos de contacto entre San Martín y Belgrano, que eran dos naturalezas superiores destinadas a entenderse, aún por las cualidades opuestas, que daban a cada uno de ellos su fisonomía propia y original.
San Martín era un genio dominador y Belgrano un hombre de abnegación.

Belgrano tenía un candor natural que le hacía confiar demasiado en la bondad de los hombres; San Martín, por el contrario, sin despreciar la humanidad, tenía ese sesgo de pesimismo que es tan necesario para gobernar a los hombres. Esto no impedía que San Martín admirara la generosa elevación de Belgrano; y éste su tacto seguro y su penetración para juzgar a los hombres, utilizando en ellos hasta sus malas tendencias y aún sus vicios.

Los dos poseían ese espíritu de orden y de disciplina peculiar a los genios sistemáticos, que ven en los hombres instrumentos inteligentes para hacer triunfar principios y no intereses personales.

Ardientes partidarios de la Independencia, los dos estaban convencidos de la necesidad de generalizar la revolución argentina por toda América, a fin de asegurar aquella. Con gustos artísticos uno y otro, pues Belgrano era músico, y San Martín aficionado a la pintura, tenían algo de ese idealismo que poseen los héroes en los Pueblos Libres. No eran competitivos y se complementaban mutuamente. Sus relaciones fueron cordiales, entusiastas y leales. Todo ello verificado en los viejos documentos.

Véase: Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1887, t. II, p.p. 277-279.

San Martín y el valor de la política

San Martín y el valor de la política. Por Matías Dib

Güemes

Belgrano y Güemes tendrán ambos una actuación destacada en los sucesos que se vivirán en las Provincias Unidas del Río de la Plata, a partir de 1810. Previo a ello, participaron en las jornadas de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires en las Invasiones Inglesas. Belgrano, en esos momentos era Secretario del Consulado de Buenos Aires, y tuvo que suspender momentáneamente su actividad. Asimismo, como capitán honorario de milicias tenía la obligación de empuñar las armas en defensa de la comunidad, lo que efectúa con entusiasmo. Belgrano acepta ser soldado, según lo expresa en su Autobiografía, para que no se creyese que “repugnaba los riesgos”. El entonces teniente Martín Miguel de Güemes, vino a Buenos Aires, con un contingente de caballería en defensa de la capital. Güemes, al frente de un piquete de Húsares, realizó una hazaña militar increíble: el abordaje de un buque inglés, Justina, y el apresamiento de toda la tripulación, sorprendida en sus maniobras para escapar a la bajante del río y reconstruir la arboladura destruida como consecuencia de un certero disparo de artillería efectuado por Liniers el día anterior.1

Expulsados los ingleses, Güemes no tarda en retornar al terruño, y Belgrano, por su parte, reanuda sus actividades consulares.
A raíz de los sucesos de 1810, se da la lucha entre realistas y patriotas. Cabe recordar que con fecha 8 de agosto de 1776 se había creado el Virreinato del Río de la Plata, que comprendía las gobernaciones de Buenos Aires, Tucumán, Paraguay y Alto Perú, extensísimo territorio que por la Real Ordenanza de intendentes de 1782 fue subdividido en las Intendencias de la Paz, Potosí, Cochabamba, Charcas, Buenos Aires, Córdoba, Salta y Paraguay. A la de Salta, que comprendía entonces Nueva Orán, Jujuy y Tarija, le tocaría jugar un importantísimo papel en la guerra de la independencia.

Las desinteligencias entre Rondeau y Güemes habían abierto una brecha peligrosa frente al enemigo. Afortunadamente, ambos se reconcilian y evitan grandes la consumación de una tragedia. La noticia llenó de júbilo al país y especialmente al general San Martín, quien, desde Mendoza, escribió al diputado Godoy Cruz: “Más de mil victorias he celebrado la mil veces feliz unión de Güemes con Rondeau. Así es que las demostraciones en ésta sobre tan feliz incidente se han celebrado con una salva de 20 cañonazos, iluminación, repiques y otras cosas”.2

El 3 de mayo de 1816, el soberano Congreso, reunido en Tucumán, designa director supremo del Estado al brigadier Juan Martín de Pueyrredón quien, designó al general Belgrano para hacerse cargo, nuevamente, del Ejército del Norte, en reemplazo de Rondeau.
Es a partir de ese momento en que el general Martín Miguel de Güemes será su aliado, su amigo, su jefe de vanguardia y subordinado fiel y respetuoso.

Mucho se ha escrito sobre el real alcance de la amistad y recíproca colaboración de ambos próceres. Las pasiones de la época esparcieron sus dudas. Felizmente, hoy contamos con inmensa documentación que durante años estuvo inédita y dispersa, que nos permite aclarar las dudas. Al Epistolario Belgraniano, publicado por la Academia Nacional de la Historia en 1970, debemos agregar después la monumental obra Güemes documentado, que consta de doce tomos iniciados por el ilustre Doctor Luis Güemes y proseguidos por sus dignos descendientes.

Lo único cierto de las supuestas desavenencias entre ambos, es un episodio puramente anecdótico y disciplinario, que ha querido magnificarse hasta el infinito. Mientras Belgrano reorganizaba el ejército en Tucumán, antes de la famosa batalla, Güemes fue protagonista de un episodio amoroso, que tuvo seria repercusión y motivó la enérgica reacción de Belgrano, quien llegó a separarlo de las filas de su ejército, trasladarlo a Santiago del Estero y luego a Buenos Aires, cortando así las andanzas donjuanescas del joven oficial.

Este fue el único entredicho conocido y que, como lo menciona la historiadora salteña Esther María Torino, no fue obstáculo para que Güemes volviera a las filas y actuara después junto a Belgrano en los momentos más cruciales (1816-1817) haciendo gala de su lealtad y subordinación.

Güemes retornó a su terruño cuando el gobierno envió fuerzas a órdenes de San Martín, para reforzar el ejército derrotado en Vilcapugio y Ayohuma (1813), razón por la cual no pudo participar en los triunfos de Tucumán y Salta.

Como teniente coronel graduado y por orden de San Martín ocupó el cargo de comandante de avanzadas de Salta por el lado del río Pasaje, que muchos años después, por iniciativa del coronel Marcos Paz, recibiera el nombre de Juramento.

El 6 de mayo de 1815, el Cabildo de Salta, a petición del pueblo, lo designa gobernador provisorio de la Intendencia, en reemplazo de Fernández Cornejo, nombrado por Rondeau. Güemes, mientras tanto, consolidaba su situación política y militar. El ejército de Güemes estaba compuesto por gauchos, sin forma ni espíritu castrense propiamente dicho, pero que, a la primera clarinada de su jefe, con el primer potro y la primera lanza, chuza o boleadora, surgían en tropel de los bosques y cerros, dispuestos a jugar la vida en la patriada.

Güemes, no sólo tuvo que enfrentar al poderoso enemigo exterior, sino también a la oposición interna, que amenazaba derrumbar los logros de su patriótica labor.

Güemes era un caudillo y defensor de los fueros provinciales, pero eso sí, sin atentar jamás contra la unidad de la Nación. Güemes tuvo la gloria de defender la integridad del país.

Nueve invasiones consecutivas sufrió la frontera norte del país, desde 1812 a 1821. Hasta 1814 la resistencia estuvo a cargo del comandante José Apolinario Saravia, que tan útiles servicios prestó a Belgrano y a su ejército en la marcha hacia Salta en 1813, guiándolos por la ruta de Chachapoyas. A las milicias de Güemes les correspondería la gloria de derrotar las últimas seis invasiones realistas, al mando de Pezuela, en 1814; De Serna, en 1817, la más formidable de todas, dado que contaba con más de seis mil hombres; Olañeta, en 1817; Canterac, en 1820 y, por último, Olañeta, nuevamente, en 1821, donde Güemes, ganaría la última batalla después de muerto.

El casi centenar de cartas intercambiadas entre Belgrano y Güemes durante 1816 y 1817 revelan invariablemente el tono amistoso y sincero con que ambos encaran los problemas propios de sus respectivos roles en la conducción de la guerra.

Belgrano, atrincherado en Tucumán, no podía satisfacer todas las justas demandas de su jefe de vanguardia. Este lo comprendía y remediaba las penurias, urgencias y sinsabores, apelando muchas veces a la guerra de recursos.

Los intereses enemigos trataban de minar la confianza recíproca fomentando intrigas y recelos. A pesar de ello, Belgrano confió plenamente en la honradez y la capacidad de Güemes para ejecutar sus planes, que a veces surgían de consultas recíprocas y otras eran improvisados y ejecutados por Güemes siguiendo el calor y la velocidad de los acontecimientos.
Cuando el jefe salteño dividió sus fuerzas en tres secciones para mejor defender el territorio, Belgrano aprobó la medida, escribiéndole el 18 de agosto de 1816: “Yo creo muy importante para el mejor orden la concentración del mando y no menos la de las fuerzas…Todos los jefes que tiene Ud. o en posiciones o en observación …deben entenderse con Ud., pedirle lo que falte…para que Ud. me dé las noticias y vayan por sus conductos correspondientes los negocios, lo demás será no entendernos…yo pienso no entenderme sino con Ud. en estas materias, como gobernador y comandante general de las fuerzas existentes en la provincia, en una palabra, el conducto principal lo conceptúo a Ud. y a todos los demás los miro como subalternos”.3

Estas amplias facultades de que gozaba Güemes hablan de la confianza que le dispensaba Belgrano.

Cuando Marquiegui y Olañeta tratan de sobornar a Güemes con ilusorios honores y recompensas, él los pone en su lugar y le hace saber a Belgrano las indecorosas proposiciones, diciéndole: “Ríase Ud. un poco mientras ellos renegarán como condenados. ¡Indecentes¡ Habrán creído que sus cuentos y patrañas nos han de hacer mudar de opinión, cuando les hemos dado las pruebas más palmares de nuestra decisión por la libertad o la muerte”4.

La amistad entre ambos héroes es innegable. Lo citado es prueba de ello. Y el lector que quiera hondar en el tema, puede revisar en las obras citadas ese casi centenar de cartas que intercambiaron en los años 1816 y 1817.

  1. Aníbal Jorge Luzuriaga, Belgrano y Güemes. En: INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, Manuel Belgrano. Los ideales de la patria. Buenos Aires, Manrique Zago ediciones, 1995, p. 148.
  2. Aníbal Jorge Luzuriaga, Belgrano y Güemes, op. cit., p. 149.
  3. Aníbal Jorge Luzuriaga, Belgrano y Güemes, op, cit., p. 151.
  4. Aníbal Jorge Luzuriaga, Belgrano y Güemes, op. cit., p. 151.

San Martín, Güemes y la Guerra Gaucha 

(cuadro)

Mitre, Sarmiento, Alberdi y Lafinur

Mitre

Bartolomé Mitre fue en 1862 el primer presidente del país unificado, luego de haber vencido al general Justo José de Urquiza en Pavón. el 17 de septiembre de 1861. Mediante el acuerdo que llegó con Urquiza y empleando una política represiva contra las últimas montoneras, logró imponer su autoridad en todo el país. En ese momento histórico, de muerte de la Confederación. en el que se imponía el modelo del Estado Liberal. era necesario volver atrás para buscar los elementos fundantes de la República.

Mitre fue un personaje múltiple: militar, político, periodista e historiador.

Como periodista, en sus años de exilio, durante el Segundo Gobierno de Juan Manuel de Rosas, cuando éste era Jefe de la Confederación Argentina –de 1835 a 1852-, publicó diversos artículos y poesías en periódicos de Montevideo. tales como El Diario de la Tarde, El Iniciador, El Nacional, La Nueva Era; en Bolivia en La Época y en Chile, en El Comercio, de Valparaíso, El Progreso de Santiago de Chile y El Comercio. De regreso a Buenos Aires en 1851 fundó el periódico Los Debates en 1852, luego se incorporó como redactor de El Nacional y fundó La Nación Argentina. para finalmente fundar el periódico La Nación en 1870, que actualmente es el diario más antiguo y uno de los más tradicionales de nuestro país. (2)v

Se destacó como historiador. Fue el biógrafo genial de dos próceres: José de San Martín y Manuel Belgrano, quienes fueron los Padres de la Patria, verdaderos paradigmas para los nuevos tiempos. En relación a la historia de Belgrano, en 1857 dirigió la publicación de la obra Galería de Celebridades Argentinas: “La gloria de esos hombres es la más rica herencia del pueblo argentino”.(1) Compuso allí la biografía de Belgrano y posteriormente publicaría en 1859 la monumental Historia de Belgrano y de la emancipación americana, una de las cumbres de la historiografía americana,. En 1876 publicó en forma completa esta obra.

En 1874, su partido luego de haber sido derrotado en los comicios, se lanzó a la revolución. Sofocado el movimiento, Mitre fue a prisión. Y precisamente en la cárcel de Luján escribió el prólogo y los primeros capítulos de su extraordinaria Historia de San Martín y de la emancipación americana. Su labor como historiador no se agotó en estas dos obras cumbres, también escribió sus Comprobaciones históricas y las Nuevas comprobaciones históricas . Su amor a la tradición se vio reflejado en Ollantay y en Santos Vega, payador argentino. Asimismo emprendió sesudos estudios acerca de las lenguas americanas y tradujo al idioma castellano a Horacio y la Divina Comedia de Dante. En las colecciones de sus Arengas encontramos al orador elocuente. Su interés por la investigación histórica y geográfica hizo que en 1854 fundara el Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata.

Hoy en día funciona el Museo Mitre, en la calle San Martín 336, de la ciudad de Buenos Aires, en la casa que fuera del prócer. y los historiadores y personas interesadas pueden tener el inmenso placer de hurgar en los papeles de Belgrano y San Martín. que con tanto amor recopilara Mitre, y a los que les dedicó muchas horas de estudio. Bartolomé Mitre es un ejemplo para los historiadores actuales, porque siempre recurrió a los documentos para fundamentar su obra y por la seriedad de su trabajo intelectual. El Museo Mitre tiene acopiado gran material histórico y es uno de los principales repositorios de la República Argentina. Gran parte de este material fue legado por Mitre, quien llegó a formar una biblioteca de más de 40.000 volúmenes especializada en temas americanos, destacándose los volúmenes de lenguas indígenas e impresos antiguos del Río de la Plata.

  1. Alberto Palcos, Bartolomé Mitre. En: Gustavo Gabriel Levene, Presidentes argentinos .Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1961, p. 52.
  2. Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo diccionario biográfico argentino(1750-1930). Buenos Aires, Editorial Elche, 1971, tomo IV, pp. 573-580.

Sarmiento

Es interesante conocer la opinión que de Manuel Belgrano tenía Domingo Faustino Sarmiento: “…Sus virtudes fueron la resignación y la esperanza, la honradez del propósito y el trabajo desinteresado. Su nombre se liga a las más grandes faces de nuestra independencia, y por más de un camino si queremos volver hacia el pasado, la figura de Belgrano ha de salirnos al paso…”

“El General Belgrano es una figura histórica que no seduce por sus apariencias, ni brilló como genio de guerra como San Martín, ni dejó rastros imperecederos de instituciones fundamentales como Rivadavia…Belgrano es uno de los poquísimos que no tiene que pedir perdón a la posteridad y a la severa crítica de la historia .Su muerte oscura es todavía un garante de que fue ciudadano íntegro, patriota intachable”. (1)

En Belgrano, Sarmiento rescata las virtudes del buen ciudadano, verdadero ejemplo para las futuras generaciones. Ambos hombres, de carácter tan distinto, Belgrano, medido, disciplinado, lo que no le restaba firmeza de carácter, y Sarmiento, con su genio tan particular, sin embargo encontramos en ellos algunas prédicas comunes.

Ambos defendieron la educación pública y la obligación del gobernante de enseñar a las futuras generaciones, dado que un pueblo que no fuera culto no podría ser libre y caería a merced de los tiranos. Encontramos en su prédica diferencias entre ambos, ya que mientras Belgrano en su Reglamento de Escuelas, fijó en forma clara los contenidos curriculares y la función del maestro, incluía la enseñanza religiosa y la práctica religiosa dentro de las obligaciones de los alumnos. Asimismo el maestro debía ser americano y se lo consideraría Padre de la Patria. Sarmiento fue un defensor de la educación popular, pero planteaba que ésta debía ser laica. La ley 1420 de Educación Común promulgada en l882, durante la presidencia de Julio Argentino Roca, establecía que la educación primaria sería gratuita, obligatoria y laica, es decir que no se podría enseñar religión dentro de los horarios de clase. Recordemos la influencia que tuvo la filosofía positivista en la Generación del 80, cuyo modelo cultural era Francia, rechazando la tradición hispánica.

Ambos se ocuparon también de la necesidad de la educación de la mujer. Belgrano en las páginas del Correo de Comercio hablaba de la necesidad de fundar escuelas públicas para la enseñanza de las niñas. Esta enseñanza sería complementada posteriormente con la enseñanza de oficios, para el caso de las niñas de los llamados “oficios mujeriles”, tales como hilar, tejer y coser, y en el caso de los niños, éstos debían ingresar como aprendices en los talleres artesanales de los diferentes oficios, tales como zapateros, herreros, carpinteros, etc. Belgrano en las Memorias Consulares señalaba la necesidad de la educación de la mujer, junto con la incorporación al mundo del trabajo, como un medio de promoción social. Ambos planteaban que la educación de la mujer era indispensable para formar buenas madres, quienes se encargarían de educar a los futuros ciudadanos.

Una de las diferencias entre ambos en materia educativa fue que mientras Belgrano tomó el ejemplo de la Ilustración Española y de educadores europeos, como el suizo Pestalozzi, pero adaptando esas enseñanzas a la realidad del país, y valorizando a los maestros nativos; Sarmiento, tomó como ejemplo a la educación de los Estados Unidos de América, manteniendo amistad con pedagogos de ese país , como Mary Mann, y trayendo maestras estadounidenses al país. Sarmiento, al rechazar la tradición hispánica, buscó en los elementos sajones, una guía para garantizar el progreso. No olvidemos la diatriba CIVILIZACIÓN O BARBARIE.

También existió entre ambos próceres un interés común en la preservación del medio ambiente. Belgrano fue un verdadero precursor del fomento de la Ecología en nuestro país, interesándose por los diferentes recursos naturales y por el medio de conservarlos. Sarmiento, también se ocupó de traer especies extranjeras, tales como el eucalipto, que se adaptaron con facilidad, para sembrar con árboles nuestras pampas.

Ambos próceres vivieron etapas distintas de nuestra historia. Belgrano fue uno de los más insignes Hombres de Mayo y uno de los gestores de nuestra Independencia, mientras que Sarmiento realizó una obra muy meritoria en los distintos ámbitos de su actuación pública, y especialmente como Presidente de la Nación –1868-1874 – fundó instituciones claves para la vida republicana-.

  1. R. Aniceto Chambrillón, Antes y después de Mayo…con Belgrano. En Anales del Instituto Nacional Belgraniano, N o: 9.Buenos Aires, 2000, p. 86.

Alberdi

Juan Bautista Alberdi, Belgrano y lo niños tucumanos 

Juan Bautista Alberdi fue un admirador del General Don Manuel Belgrano, pues tucumano de origen en sus Obras Escogidas ha dejado sus impresiones y conceptos con respecto a la presencia de Belgrano en el suelo tucumano. Describe el carácter físico y moral del Tucumán de entonces, brindándonos un cuadro vivo de los dones que la naturaleza prodigó a esa tierra. Elogia el temperamento tucumano y nos cuenta, entre otras, una anécdota singular.

Presenciaba el General Belgrano el ejercicio de tiro de cañón, y reparó que en un foso de una vara de hondura abierto al pie del blanco estaba lleno de muchachos reunidos para recoger las balas. Viendo que aquellos insensatos, lejos de esconderse a la señal de fuego, esperaban la bala con un desprecio espantoso, el General, incomodado y asombrado, llamó a un edecán y le dijo: “Vaya Usted y arrójeme a palos esos héroes, que se dignen por piedad, a lo menos, hacer caso de las balas”.

No se puede objetar inexperiencia, había ya algunos años que los muchachos gustaban del humo de la pólvora. Eh ahí la infancia tucumana. Belgrano tenía una opinión definida respecto a la educación de esos jóvenes y trataba que ésta fuera uno de los pilares fundamentales para encauzar la vida de éstos.

Véase: Juan Bautista Alberdi, Obras escogidas, t. VII, Memorias e impresiones de viaje. Editorial Luz del día, Buenos Aires, 1953.

Belgrano se conmueve ante el paisaje tucumano

Alberdi reseña el carácter de los habitantes del Tucumán. Valoriza la actividad de las mujeres, su belleza y voluptuosidad, mezcla de sensibilidad, candor, simpatía y encanto.

Destaca la falta de hombres en su población porque la revolución había sido un gran azote. Estos tienen quizá menos valor, vanidad y presunción. Sin embargo, poseen una gran sagacidad, destacada por los viajeros. Ningún sistema literario hizo progresos en Tucumán como el Romanticismo: genio melancólico, sentimientos e ideas nuevas, imaginación ardiente y sombría al mismo tiempo, constituyen el elemento distintivo. Los cantos y versos rudos poseen una eterna melancolía que gana al que los escucha, tanto como el amor a la Divinidad, y donde la libertad alcanza una gran valoración.

El General Belgrano era un alma muy sensible a los encantos de la música, como a las impresiones de la Gloria, por ello mandó a suspender una serenata que le daban las músicas de la naturaleza, en la noche de la víspera de su partida. Una ansiedad sofocó su pecho y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Cuando visitaba por postrera vez los campos vecinos al Aconquija, puso en aquella hermosa montaña una mirada llena de amor, y bajando el rostro exclamó: “Adiós por última vez montañas y campos queridos”. Desde entonces los terremotos se dieron con frecuencia. Tal vez, eran los llantos del monte. El General Belgrano amaba aquellas serranías. Quién sabe si no era nacido de la semejanza con la magnitud de su alma.

Así se despedía de aquel bello Tucumán donde él sabía muy bien que no había pereza en ese pueblo, sino calma, melancolía. De allí que el pensamiento esté en constante movimiento. Entendía Belgrano que los pueblos grandes, como los grandes hombres, son la obra de los favores de la naturaleza.

Véase: Juan Bautista Alberdi, Obras escogidas, t. VII, Memorias e impresiones de viaje, Editorial Luz del día, Buenos Aires, 1953.

Los lugares belgranianos del viejo Tucumán

Alberdi recorría insistentemente los lugares por los que había transitado y vivido el General Belgrano en Tucumán. En los Anales del Tucumán, se advierte que la salvación de la libertad argentina es debida a la victoria obtenida en 1812 en el Campo de la Ciudadela. Deberían ir al Tucumán, los que quieran visitar el templo bajo el cual en 1816 un Congreso de héroes juró a la faz del mundo que amábamos más la muerte que la esclavitud. Todos estos hechos, a la par que prueban la fortuna de Tucumán, demuestran el crédito de nuestra causa a los ojos del Cielo, por haber dado a sus monumentos tan feliz ubicación.

En relación a la casa de Belgrano, el pasto la había cubierto y si no fuera por ciertas eminencias que quedaban de los cimientos y paredes derribados, no se podría saber el lugar preciso. Muy cerca se halla el campo llamado de Honor, porque en él se produjo en 1812, la victoria que cimentó la Independencia de la República. Este campo es una de las preciosidades que encierra Tucumán. Prodigiosamente plano, cubierto por una espesa grama, es limitado en todas direcciones por un hermosísimo valle, donde se advierten bosques de aromas y alfombras de flores. Es un vasto anfiteatro como si el cielo le hubiera construido de profeso para las escenas de un pueblo heroico. Después de describir las distintas especies naturales, el cielo y los colores, señala Alberdi que este campo hará eterno honor a los tucumanos y deber ser conservado como un Monumento a la Gloria Nacional. Conmueve a los extranjeros que lo visitan. A dos cuadras de la antigua casa de Belgrano está la Ciudadela. Hoy no hay músicas ni soldados, los cuarteles derribados están llenos de triste soledad. Un viejo soldado de Belgrano no abandona las ilustres ruinas. Levantó su rancho y habita con su familia en medio de los recuerdos y de antiguas glorias.

Véase: Juan Bautista Alberdi, Obras escogidas, t. VII, Memorias e impresiones de viaje, Editorial Luz del día, Buenos Aires, 1953.

Belgrano y los recuerdos de un pasado gloriosos

Los recuerdos traen la sombra de Belgrano. A su ejército disciplinado por la acción de los ejercicios militares y espirituales. Se lo ve a Belgrano aparecer cortejado por sus oficiales y la tropa.

Belgrano fue un ilustre hombre a quien la Patria debe enormes beneficios: “Si la juventud y las generaciones que la sucederán han sido el principal objeto de mis esfuerzos, y son los fundamentos de la esperanza que me anima, del honor y crédito de mi Patria y del restablecimiento de sus mejoras y progresos.”

Por nosotros el virtuoso General Belgrano se arrojó en los brazos de la mendicidad, desprendiéndose de toda su fortuna, que consagró a la educación de la juventud, porque sabía que por ella se debía dar principio a la verdadera revolución. Es importante el papel que nos espera a los ojos de los Padres de la Patria, del Mundo y de la Historia. ¡Oh no ¡Augusta sombra de los mártires de la libertad, ilustres viejos de la Revolución de Mayo no debéis dudar que vuestros altos designios serán coronados por una bella juventud que ame la libertad.

Véase: Juan Bautista Alberdi, Obras escogidas, t. VII, Memorias e impresiones de viaje, Editorial Luz del día, Buenos Aires, 1953.

Lafinur 

Juan Crisóstomo Lafinur -poeta, filósofo y patriota- nacido en La Carolina, San Luis, en 1797. En 1806 se trasladó junto a su familia a Córdoba, cuando su padre fue convocado al servicio activo con motivo de la primera Invasión Inglesa. Alumno destacado del colegio de Montserrat, cursó tres grados en la Universidad de Córdoba, por lo cual fue “bachiller, licenciado y maestro de artes (filosofía)”. (1)

En 1814 fue expulsado de la Universidad, por su pensamiento opuesto a la ortodoxia, por lo cual no pudo cursar los tres años siguientes de teología. Ese mismo año, se unió al Ejército del Norte cuando el general Manuel Belgrano pasó por Córdoba para organizar y disciplinar el Ejército del Norte. Lafinur sentía por el prócer una gran admiración como militar y como pensador. Conocía las ideas belgranianas sobre la necesidad de renovar la enseñanza de la filosofía tal como se impartía por entonces. Sabía que Belgrano había aconsejado la experimentación y el empleo del método matemático, que había abrevado en los principios de Condillac y que había escrito acerca de la necesidad de alejar de nuestras escuelas la metafísica ambiciosa y mal enseñada. (2)

Belgrano, quien fue un gran educador –aún en plena Guerra de la Independencia-, fundó la Academia de Matemáticas para caballeros cadetes en San Miguel de Tucumán, con el propósito de mejorar el nivel profesional de la oficialidad. Lafinur fue alumno de esta institución, circunstancia que recordó siempre con orgullo. Tal es así, que en el “Canto elegíaco a la muerte del general D. Manuel Belgrano”, publicado en La Lira Argentina , puso a pie de página la siguiente nota:

“La Academia de Matemáticas establecida en Tucumán para instrucción de los caballeros cadetes y a la que el autor tiene el honor de haber pertenecido.” (3)

En ella conoció al oficial francés Juan José Dauxon Lavaysse, quien había arribado al Río de la Plata a la caída del Imperio Napoleónico, y del que se hizo pronto su amigo. Gracias a Dauxon conoció el movimiento filosófico entonces en auge en Francia, la Ideología, del que luego fue propagador.

Esta filosofía tenía dos vertientes. Una netamente fisiológica, nutrida en el mal llamado sensualismo de Condillac, cuyo máximo representante fue Pedro Juan Cabanis, médico y filósofo que estuvo en contacto con los principales protagonistas de la Revolución Francesa. La otra vertiente, es la denominada ideología racional y su principal exponente es el conde Antonio Luis Claudio Destutt de Tracy, cuya obra Elements d’ ideologie tuvo una influencia notoria en el Curso filosófico de Lafinur.

Obtuvo su retiro del ejército el 4 de septiembre de 1817, con el grado de teniente. Se radicó en Buenos Aires con el propósito de dedicarse al periodismo y a la enseñanza. En 1818 lo encontramos entre el elemento intelectual de esta capital. Se distinguió en este ambiente como músico, poeta y periodista. Formó parte de la Sociedad para el fomento del Buen Gusto en el Teatro, al tiempo que colaboró en periódicos de esta época: El Censor, El Curioso y El Americano.

Durante el Directorio de Pueyrredón se le confió la cátedra de filosofía en el Colegio de la Unión del Sud, después de haberse sometido a un concurso de oposiciones. Significó un cambio muy grande en la enseñanza de la filosofía en nuestro país, dado que por primera vez no se dictó en latín ni tuvo un carácter notoriamente religioso, utilizando un vocabulario filosófico moderno. Su enseñanza no fue muy sistemática, sino que combinó elementos de la tradición escolástica –especialmente en la lógica y la metafísica- con principios de la Ideología.

La función pública literaria que se realizó el 20 de septiembre de 1819 en el templo de San Ignacio, derivó en un escándalo. Se desató una discusión entre Lafinur y los que juzgaban de impía la enseñanza impartida por éste. A raíz de la gran oposición que su prédica docente despertaba, debió abandonar la cátedra. Desde la Sociedad Secreta Valeper siguió bregando por la transformación de la docencia en el país.

En 1821 dejó Buenos Aires para trasladarse a Mendoza, donde enseñó filosofía, literatura, música y francés en el Colegio de la Santísima Trinidad. En la Sociedad Lancasteriana de Mendoza defendió los principios filosóficos que enseñaba en las aulas. Polemizó con los opositores a sus principios en el campo periodístico, desde las columnas de El Verdadero Amigo del País.

Fue expulsado de Mendoza, al caer el gobierno de Pedro Molina, y se exilió en Chile a fines de 1822. En el país trasandino egresó de la Universidad de San Felipe, de Santiago, con el título de competencia en derecho civil. Allí contrajo nupcias con Eulogia Nieto, distinguida dama chilena.

Se vinculó activamente al periodismo trasandino, colaborando como poeta y pensador en El Mercurio, El Liberal, El Tizón Republicano y El Observador Chileno. A raíz de un desafortunado accidente, falleció en Santiago de Chile el 13 de agosto de 1824.

En relación con Belgrano, con motivo del fallecimiento del prócer, Lafinur –gran admirador de éste- escribió una de sus mejores composiciones “El canto fúnebre a la muerte del General D. Manuel Belgrano” , que publicó después en El Curioso, con la particularidad que lo firmó con sus iniciales dispuestas de atrás para adelante: L.C.J.. Además compuso el “Canto elegíaco a la muerte del General Don Manuel Belgrano” y la “Oda a la oración” que en la Iglesia Catedral de Buenos Aires pronunció el Dr. Valentín Gómez en las exequias del prócer.

Sus restos fueron repatriados desde la República de Chile hacia su tierra natal por el gobierno de la Provincia de San Luis, el 25 de abril de 2007. La urna con éstos descansaron en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno provincial hasta el 13 de agosto, cuando se hizo su traslado hacia su morada final en la localidad de La Carolina, distante unos 80 kilómetros de la ciudad de San Luis. Allí se construyó un monumento y el museo de la poesía en su homenaje.

Canto funebre a la muerte del General D. Manuel Belgrano 

“Obruit audentem rerum gravitas que, nitorque,
Nec potui coepti pondera ferre mei.”
Ovidio, ex Ponto.

A dónde alzaste fugitiva el vuelo,
robándote al inmortal infortunado,
virtud, hija del Cielo?
¿Quién ayermó tu templo inmaculado,
y tu antorcha apagó? Dinos ¿a dónde
el voto te hallará del varón justo?
Un eco pavoroso ¡ay! nos responde:
“ Olvidó para siempre un mundo injusto;
al túmulo volóse, allí se esconde”;
Y el justo lo sintió; que en su alta mente
vio las desgracias que la Patria llora,
y antes que ella lloró, vió de repente
gemir los bronces, do el buril pronuncia
los nombres de los hijos de la gloria;
de luto el estandarte que antes fuera
prenda de la victoria;
ronco el tambor glorioso
que predicó el combate y las venganzas;
y al héroe que animoso
vio su sangre correr en mil matanzas,
y violo en faz serena,
hoy postrarse al dolor, darse á la pena.
Aun sintió más: en bárbara alegría.
los abismos hervir, y las pasiones
del mundo apoderarse con fiereza;
de la guerra fatal la chispa impía
avivar es su afán, y con presteza
la copa tiende el miedo á la venganza
traidora é impotente;
mientras que la ambición más insolente
avanza hasta el terrible tabernáculo;
el velo despedaza, escupe el ara;
truena la guerra, y mil desastres para,
y mil sepulcros abre. La cuadriga
en carro de serpientes arrastrada
la densidad rompiendo
de una nube de crímenes preñada,
el paso se abre, y en los aires zumba,
un grito pavoroso, á que responden
los huecos de la tumba;
grito fatal con que ella se recobra:
Murió Belgrano ; consumada es la obra .
Y ¿es verdad? ¿El oráculo espantoso
terminaría aquí? ¡Bárbara suerte!
¡Acabó la virtud!¡Polvo y ceniza
caen en el rostro que la misma muerte
no logró conturbar! La tumba triste
por una ley precisa
es el último carro de los héroes!
Sea: ¡y qué resta, muerte, al triunfo impío,
si el valor es difunto;
qué resta ya, sino cambiar al punto
en sepulcro la tierra, divorciando
al tiempo y a la vida para siempre!!!
Sol, que ves nuestro luto; ilustre padre
de la Patria y la luz; tú, que reinando
en las regiones de sus lindes puso
la inmensa creación, viste las glorias
del héroe que á tu causa reservaste:
¿testigo del contraste,
que por su amarga pérdida lloramos,
serás? mil veces para sus victorias
fue escasa tu luz pura;
hasta aquella región donde natura
escondió sus tesoros, y algún día
aras de oro se alzaron a tu frente,
hasta allá fue su espada; y su energía
vengó tu templo y redimió tu gente.
Pero ¡a qué describir sus altos triunfos!
¡A qué rumiar laureles marchitados
de la tumba en el hielo!
Contemplemos por único consuelo
a Belgrano inmortal en nuestras almas,
y su alma contemplemos,
Su religión ¡oh, Dios!¡quién como él supo
rendir al ara el estandarte altivo,
y al Dios de los combates acatarse?
Su pecho compasivo.
cuando estaba la gloria fermentando
sus soberbias semillas,
y en el furor del triunfo, él las ahogara
por último heroísmo,
y a la hueste rendida le declara
la vida y libertad. Su patriotismo,
su celo por el bien, su porte justo,
su generosidad…gritadlo á voces,
legiones que a la gloria condujera;
vosotros que á su ejemplo fuisteis siempre
pródigos de las almas;
la miseria espantosa, el hambre fiera,
la estación penetrante ¡ay! combatisteis
con vuestro General: ¡oh! vos sentisteis
de su pecho las tiernas emociones;
vos le visteis mil veces
primero que la luz, volar en torno
de vuestras pesadumbres.¡Cuántas veces
no os consoló su ejemplo poderoso!
y cuando la fortuna en sus reveses
falló ciega por vos, en sus abrazos
cogisteis con usura
el precio á tanta pena acerba y dura.
Rodead también el negro monumento,
jóvenes tiernos que al santuario ilustre
de la hermosa virtud habréis llegado
a merced de su amor. Quería el hado
perpetuar en vosotros sus caprichos,
y ciegos á la luz parar el día
en que fuerais esclavos;
Belgrano combatió su tiranía,
Y con la piedad heroica y sin ejemplo,
de la alma educación os abrió el templo,
¡Qué más quiere la tierra! No, no es ella
para quien tanto se hizo:
la virtud quiere su obra y se querella
contra el tiempo y el crimen;
la eternidad á unirse con el hombre
anhela ávida y torva
y ella y la muerte con furor oprimen
la muralla de bronce que lo estorba;
¡ay! que el dolor, la enfermedad acerba
legados de la Parca.
desploman sus existencia, y Esculapio
jamás, jamás, tan crudo.
en sus altares lágrimas ver pudo,
¡y lágrimas tan justas!
Iba á rayar el día en que la Patria
recuerda de su cuna la hermosura;
triste era esta alba, no cual la alba pura
en que el mundo la vio libre y señora:
el bronce en truenos su llegada anuncia,
y Belgrano lo siente; y en esta hora
desasirse pretende de la muerte
que lo ahoga y lo devora:
cárdeno el labio, trabajosa el habla,
al cielo alzando las deshechas manos,
se rindió á un paroxismo…Americanos,
un cuadro tan terrible, y tan sublime
os faltó ver; entonces clamaríais:
Nuestra Patria no vuelve á los tiranos .
Vuela el tiempo sus alas empapando
del excelso vivir en las corrientes,
hasta secarlas todas;
Belgrano ya no alienta; ¡oh! qué elocuentes
son sus miradas lánguidas, sus formas
escuálidas y tristes!
Así descansa el ave hermosa y pura
sus plumas y matices recogiendo,
pronta a volar a la suprema altura
y mostrarnos sus alas derramadas,
de oro y azul celeste salpicadas.
Héroes de nuestro suelo,
que habéis volado de la gloria al templo,
a la tierra dejando
sangre, gloria, virtud, fama y ejemplo;
ved vuestro General: corred el velo
a las doradas puertas, mientras tanto
nosotros, con desvelo
visitaremos la urna para darle
tributo eterno de amargura y llanto.

Oda pronunciada por Dr. D. Valentin Gomez

Oda a la oración fúnebre pronunciada en la Iglesia Catedral de Buenos Aires, por su prebendado Dr. D. Valentin Gomez, en las exequias del General D. Manuel Belgrano

“No tiene poco de héroe el que sabe alabar dignamente a los que lo son.”
Un escritor americano

Era la hora: el coro majestuoso
dio á la endecha una tregua, y el silencio,
antiguo amigo de la tumba triste,
sucedió á la armonía amarga y dulce;
la urna solitaria presidía
la escena que canta hoy, la musa mía.

Que las virtudes que en su torno andaban
velando su tesoro, y dando al cielo
su llanto, su esperanza, y sus amores,
al púlpito volaron: sus acentos
dulcísimos sonaron; los oyeron
los hombres…y de serlo se dolieron.

¿Cuándo más dulce la verdad fue oída?
¿Cuándo sus rayos más apetecidos?
Y ¿cuándo más acerba nuestra pena?
Y ¿cuándo nuestra pena menos dura?
Milagros tuyos, ¡orador divino!
Del corazón tu lengua halló el camino.

El pueblo suspiraba, hasta tu frente,
un canal misterioso se veía
desde tu boca hasta él. Avara el alma
se aguarda tus palabras, cual si fuesen
las reliquias del héroe que encarecen.

Un cuadro de virtudes delineado
por quien sabe sentirlas; de virtudes
por quienes Clío aún no ensayó su trompa,
ni la historia sus páginas, fue dado
a tu expresión feliz, dechado entero
de lo bello, lo tierno y verdadero.

No á la mísera Safo retrataste
herida de un ingrato, ni de Ariadna
los suspiros; ni lágrimas de Dido
tu pincel esfumara regalado;
si al mausoleo penetraste triste,
con mayor causa que Artemisa fuiste.

Aquí á la Patria en su desdicha hundida
mostraste, señalando la urna avara,
y ¿quién no fue el primero á apresurarse
para tenderle el brazo?… El patriotismo
dijo á la Fama: “ Un héroe se ha acabado,
y en su pérdida mil han asomado”.

Momentos fugitivos¡ ¡oh¡ que vuelva
el dolor que nos diste! torna á vernos
envanecidos de glorioso llanto
heríate el dolor; tú nos herías
con su espada y la tuya; que fue entonces
mengua de tu poder no herir los bronces.

Centellas que despide el entusiasmo
y que apaga el sollozo…reticencias
más elocuentes que la lengua misma…
tiernas interjecciones, usurpadas
del sentimiento á la dialecta grave,
leyes son con que el arte triunfar sabe.

Más te bastó tu causa; sus prodigios
el cielo solo los obró en tu boca;
si la sombra del héroe fue presente
a tu dolor sublime, ¡qué contento
diciendo á su silencio tornaría:
Os vivo aún. Querida Patria mía!

Pero el tiempo…¡cruel! y ¡cuál se engaña
el hombre en su consuelo¡ Vuela el tiempo…
¡Nuestra dulce ilusión, nuestra esperanza
se han acabado ya! Despierta el alma
a su afán anterior, y se estremece,
y la verdad apura, que aborrece.

Tú nos dejaste al fin, pero dejando
en nuestras almas la virtud hermosa;
así oscurece el sol, porque á otros climas
vaya el torrente de su lumbre pura;
así la rosa cuando dulce expira,
descarga su fragancia en quien la mira.

Viva en nosotros tu Oración Sagrada
como el fuego de Vesta; orgullo sea
de las divinas letras; pesadumbre
de los tiranos; ornamento digno
de la Patria; que al héroe honra mil veces
más que mármoles, bronces y cipreses.

Canto elegiaco a la muerte del General Don Manuel Belgrano 

¿Por qué tiembla el sepulcro, y desquiciadas
sus sempiternas losas de repente,
al pálido brillar de las antorchas
los justos y la tierra se conmueven?
El luto se derrama por el suelo
al ángel entregado de la muerte,
que a la virtud persigue: ella medrosa
al túmulo volóse para siempre.
Que el campeón ya no muestra el rostro altivo
Fatal a los tiranos; ni la hueste
Repite de la Patria el sacro nombre,
Decreto de victoria tantas veces.
Hoy enlutando su pendón, y al eco
del clarín angustiado, el paso tiende,
y lo embarga el dolor; ¡dolor terrible
que el llanto asoma so la faz del héroe!…
Y el lamento responde pavoroso:
Murió Belgrano, ¡oh, Dios! ¡así sucede
la tumba al carro, el ¡ay! Doliente al ¡viva!,
la pálida azucena a los laureles!
¡Hoja efímera cae!, ¡tal resististe
al Noto embravecido y sus vaivenes!
¡La tierra fría cobra tus despojos,
que abarcará por siempre!; mas no puede,
¡campeón ilustre! ¡atleta esclarecido!,
la mano que te roba hollar las leyes
que el corazón conoce; envanecido
el jaspe os mostrará a los descendientes
de la generación que te lamenta.
La patria desolada el cuello tiende
al puñal parricida que le amaga,
en anárquico horror: la ambición prende
en los ánimos grandes, y la copa
da la venganza al miedo diligente.
Aún de Temis el ínclito santuario
profanado y sin brillo; el inocente,
el inocente pueblo, ilustre un día,
a la angustia entregado; el combatiente
sus heridas inútiles llorando
escapa al atambor; el país se enciende
en guerra asoladora que lo ayerma,
asoma la miseria, pues que cede
la espiga al pie feroz que la quebranta,
y ¿ora faltas Belgrano?…¡Así la muerte
y el crimen, y el destino de consumo,
deshacen la obra santa, que torrentes
vale de sangre y siglos mil de gloria,
y diez años de afán!…¡Todo se pierde!
Tu celo, tu virtud, tu arte, tu genio,
tu nombre en fin, que todo lo comprende,
flores fueron un día; marchitólas
la nieve del sepulcro. Así os lamente
la legión que a la gloria condujiste:
con tu ejemplo inmortal probó el deleite,
la magia del honor, y con destreza
amar le hicisteis el tesón perenne,
el hambre angustiadora, el frío agudo…
Suspende ¡oh, musa! Y al dolor concede
una mísera tregua. Yo lo he visto
al soldado acorrer que desfallece,
y abrazarlo, cubrirlo y consolarlo.
Ora rayo de Marte se desprende,
y al combate amenaza y triunfa y luego
¿qué más hacer?…El desairar la suerte,
y ser grande por sí, ésta no es gloria
del común de los héroes; él la ofrece
en pro de los rendidos que perdona.
Ora el genio se presta y lo engrandece:
corre la juventud, y a la natura
la espía en sus arcanos, la sorprende,
y en sus almas revienta de antemano
el germen de las glorias. (4) ¡Oh! ¡quién puede
describir su piedad inmaculada,
su corazón de fuego, su ferviente
anhelo por el bien! Solo a ti es dado,
historia de los hombres: a ti que eres
la maestra de los tiempos. El arca de oro
de los hechos ilustres de mi héroe,
en ti se deposita; recogedla,
y al mundo dadla en signos indelebles.
Y vos, ¡sombras preciosas de Balcarce,
de Oliver, de Colet, Martínez, Vélez!,
ved vuestro general; ya con vosotros;
abridle el templo que os mostró valiente.
¡Tucumán! ¡Salta! ¡Pueblos generosos!
Al héroe del febrero, y del septiembre
Alzad el postrer himno, mas vosotras,
Vírgenes tiernas, que otra vez sus sienes
Coronasteis de flores, id a la urna,
y deponed con ansia reverente
el apenado lirio; émulo hacedlo
de los mármoles, bronces y cipreses.

  1. DELFINA VARELA DOMÍNGUEZ DE GHIOLDI, “Curso filosófico dictado en el Colegio de la Unión del Sud de Buenos Aires. Prólogo y notas por…, Instituto de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1938, p. 47.
  2. Correo de Comercio, edición facsímil con introducción por el académico Dr. Ernesto J. Fitte, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1970, p. 136. Véase también: LEONCIO GIANELLO, “El sesquicentenario de Juan Crisóstomo Lafinur” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, v. XLVII, Buenos Aires, 1974, p. 253.
  3. La Lira Argentina , Buenos Aires, 1824, p. 311 (nota). Véase también: LEONCIO GIANELLO, “El sesquicentenario…”, ob cit., p. 254.
  4. La Academia de Matemáticas establecida en Tucumán para la instrucción de los caballeros cadetes, y a la que el autor tiene el honor de haber pertenecido. A este propósito hubiera dicho más en detalle algunos de los hechos que han marcado su vida con caracteres eternos de filantropía y humanidad; tal como el de la fundación de escuelas de primeras letras en varios pueblos a sus expensas; pero esto no ha sido posible atendida la brevedad del canto y la premura del tiempo. (Nota del autor).

San José de Flores 

Belgrano en su marcha hacia Rosario, nos ofrece una muy interesante descripción del Pueblo de San José de Flores. Los primeros pobladores se establecieron al parecer en 1804, y uno de ellos donó años más tarde un terreno donde se edificó la Iglesia. Su nombre era Ramón Francisco Flores, y al convertirse en parroquia por determinación del Virrey Sobremonte, fue colocada bajo la advocación de San José. Con la federalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880, se incorporó a la misma.

Belgrano llegó a este destino el 25 de enero de 1812. El Pueblo empezaba a formarse. La Iglesia aún no estaba concluida; su largo era de 20 varas y ancho 8 1/2. A su cercanía había de 16 a 20 familias y muy pocos edificios de material. A las inmediaciones se encontraban quintas pertenecientes a vecinos de la Capital, con plantíos de durazno, y algunas huertas. En el Curato le informaron que tenía legua y ¾ de jurisdicción y los feligreses que lo ocupaban eran 1700; bautismos 180 al año y casamiento 20. Belgrano se asombraba que la población no estuviera en razón de 10 a 1 con los bautismos.

En ese paraje, se presentó ante Belgrano el Alcalde Don Juan Pablo Cruz, por orden del Gobierno, para auxiliarlo en lo que fuera necesario. La misma oferta le hizo el Cura Don Miguel García.

Véase: Diario de marcha del Coronel Belgrano a Rosario, en: Escorzo Belgraniano 3, (Cuadernos de Investigaciones Históricas), Instituto Nacional Belgraniano, Convento Santo Domingo, Buenos Aires, 1995, p. 22.

Pueblo de Morón y el Publo de San Isidro  

El Pueblo de Morón

Belgrano en su marcha hacia Rosario tomó el camino de las postas que se utilizaba en ese entonces, ofreciéndonos descripciones de Flores, Morón y Luján. Al pasar por el entonces Pueblo de Morón, el 26 de enero de 1812, acampó a una distancia de 8 cuadras del mismo. En ese punto había abundante agua para beber y una cañada que en tiempos de lluvias se hacía intransitable para pasar a pie, pero había un puentecito, que se construyó para esas ocasiones, y que era un alivio para la infantería.

Belgrano describió al Pueblo de Morón en los siguientes términos. Allí se encontraba la Iglesia del Curato, el que tenía de jurisdicción de norte a sur 13 leguas y de este a oeste por la parte menor de 4 a 5, y por la mayor de 6 a 7. Contaba en 1810 con 3451 feligreses en 520 poblaciones; sus bautismos eran a un promedio de 60 anuales. Mientras que las ocupaciones de sus habitantes eran la labranza y el pastoreo.

Véase: Diario de marcha del Coronel Belgrano a Rosario, en: Escorzo Belgraniano 3, (Cuadernos de Investigaciones Históricas), Buenos Aires, Instituto Nacional Belgraniano, Convento Santo Domingo, p.p. 23-24.

El Pueblo de San Isidro 

 La relación de Belgrano con San Isidro se da a partir de su labor como secretario del Consulado de Buenos Aires, dado que se interesa por la mala situación de los caminos, puentes, canales de riego, transportes, así como también de fundar pueblos sobre la costa. Con el apoyo de Pedro Antonio Cerviño, Domingo Pallares y Eustaquio Gianinni, realiza trabajos en la zona del Riachuelo y Barracas, construcción del muelle de Buenos Aires, así como sondeos en la costa bonaerense, desde el puerto de Buenos Aires hasta las Catalinas. Dos poblaciones costeras constituyen el interés de Belgrano: la Ensenada de Barragán y el Partido de la Costa o de Monte Grande y especialmente, dentro de éste, el pago de San Isidro.

San Isidro fue fundado el 14 de octubre de 1706, en las tierras conocidas como Tierras del Santo, cedidas por el capitán Domingo de Acassuso, que poseía una chacra en Monte Grande y en ella una capilla privada. Sobre esta base se ha de erigir una capilla pública, para que los habitantes puedan asistir a misa. Esto dará lugar a la formación del pueblo de San Isidro, poblado por numerosas chacras y quintas fuera de este casco. El 23 de octubre de 1730 se erige el curato de la costa o Monte Grande y se le asigna por parroquia propia la Capilla de San Isidro.

El pueblo fue delineado por Andrés García en 1812-1813. Recién entre 1873-1875 se definieron los límites del territorio. Asimismo, entre 1784 y 1822, se fueron perfilando las autoridades civiles y militares.

En marzo de 1810, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, recorre con una importante comitiva las tierras del Pago de la Costa. Admira la vegetación de San Isidro y se traslada al pueblo y puerto de las Conchas(Tigre actual), se interesa por el pueblo de San Fernando de la Buena Vista, ubicado en Punta Gorda, y en los trabajos del canal, que se habían iniciado antes de las Invasiones Inglesas (1806-1807). Se propone este funcionario promover la formación de estos pueblos de la Costa y en especial San Isidro y San Fernando, llevando a cabo obras suspendidas, entendiendo la utilidad y beneficios que ellos acarrearían a la causa pública, pues fundamentaba el giro comercial con el Paraguay y los distintos puntos del litoral rioplatense. Carlos Belgrano, hermano del prócer, fue nombrado comandante del pueblo con instrucciones precisas referidas al canal.

Belgrano, tan interesado en el fomento de los plantíos, se interesó en adaptar algunas especies cordilleranas en la Recoleta, para luego plantarlas en el Pago de la Costa. Entre ellas podemos mencionar: valeriana, gencianas, umbilíferas en general, como andrómeda, arbuto, cascarilla o quina en varias de sus especies. Naranjos, limoneros y duraznos se dieron con facilidad en San Isidro. Pequeñas manzanitas silvestres. Aguarivay, guayabos y aribaibo, llegadas de la zona del oriente altoperuano (Bolivia actual). Reina apache, jareta del monte y ciertos árboles de vainilla silvestre, begonias y la célebre ariruma, orquídea muy perfumada llegada de las Misiones, al igual que una gran selección de jazmines del Paraguay. Se intentó plantar el molle, árbol de la zona peruana, de importante follaje, muy a propósito para la planicie. La lista es inconmensurable.

Estacas de álamos y alerces, aromos y manzanillas, competían en el pago de San Isidro con la rosa del río, suerte de ibisqus nativo- rosa china, llegada de las riveras del Paraná al Plata. Las acacias, los fresnos y el clavelón de color rojo- tipo margarita, entre pastizales; ciertos tipos de cactus en las barrancas, en blanco y amarillo. El clavel del aire, a lo largo de la ribera del Paraná, que colgado de ramas tenía su propia microclima y tejía colores entre la campanilla serrana y trepadora cuya flor era llamada de los suspiros o dama de noche. La oreja de ratón en las barrancas, los ojos o huevos de gallos en las tapias, enredados en las rústicas construcciones. Los hinojos salvajes, los anisados y zazafros, perfumaban las noches de verano. Agreguemos a ello una inmensa variedad de volaterías, entre pájaros voladores y terrestres: chimangos, lechuzas, suri (ñandú pequeño), cigüeñas, bandurrias, perdices, tinamures o inamues, martinetas, pavas del monte, mezclados con el ibis del río y gritos del hornero, cachilas, calandrias, zorzales, gallinetas de agua, teros, becasinas y gaviotas. Huidizos lobitos de río, zorrinos y hurones del monte, onzas asustadas que bajaban con las corrientes del río, yuguaré chico y otros habitantes fluviales como ratones de agua, nutrias salvajes, vizcachas. El tunqui de color fuego de los montes, chillando largamente. Los pescadores rendían cuenta de algunos ejemplares de río: sábalo, dorado, bagres, vacas de agua o camuatí, entre el piar de patos y otros palmípedos y croar de ranas y sapos. La placidez de las quintas fueron testigo de episodios románticos e históricos bajo una vegetación frondosa que daba marco al paisaje agreste del San Isidro de ayer.

**Extractado de una conferencia dictada por la Dra. Cristina Minutolo de Orsi en el Golf Club de Villa Adelina, Partido de San Isidro, julio 2006.

La chacra de Belgrano en San Isidro -  Por Bernardo Lozier Almazán

Antecedentes

Los destinos de Buenos Aires estaban en manos de don José de Andonaegui, Gobernador y Capitán General del Río de la Plata,(1) cuando por el año de 1751 llegaba a esta ciudad y puerto don Domingo Belgrano Peri, a bordo del navío El Poloni, junto con Angelo Castelli (2) y de otros compatriotas italianos.

Como sabemos, Domingo Belgrano Peri, había nacido el 15 de julio de 1730 en la ciudad de Oneglia, fruto del matrimonio de Carlos Nicolás Belgrano y de María Gentile Peri, de distinguido linaje genovés. De corta edad,  por razones comerciales, se estableció en Cádiz, donde obtuvo carta de naturaleza española, el 20 de noviembre de 1749, para luego de dos años embarcarse con rumbo a Buenos Aires.

Establecido en esta todavía incipiente ciudad,  Domingo Belgrano se dedicó al comercio, según lo testimoniará su hijo Manuel Belgrano, cuando en su Autobiografía, diría que: “La ocupación de mi padre fue comerciante, y le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época”.

Ni bien logró cierta solidez económica, Domingo Belgrano contrajo Sagradas Nupcias en la parroquia de la Merced de Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1757 [3] con la santiagueña doña María Josefa González Casero, hija de don Juan Manuel González Islas y doña María Inés Casero Salazar.

El flamante matrimonio se instaló en una casa ubicada en la calle de Santo Domingo (actual avenida Belgrano 430), muy cercana al convento de los frailes dominicos, con quien la familia Belgrano mantuvo tan estrecha relación.[4]

Así llegó el año de 1776, cuando el 8 de agosto S.M. Carlos III aprobó la creación del extenso Virreinato del Río de la Plata, por lo que  designó a don Pedro de Cevallos, primer virrey, que ejerció su cargo en el breve plazo de apenas ocho meses, para ser reemplazado por don Juan José de Vértiz y Salcedo.

Durante su desempeño este virrey desarrolló una fecunda labor administrativa e impulsó la actividad comercial, que Domingo Belgrano Peri supo aprovechar intensificando sus operaciones mercantiles con los principales puertos de España, Francia, Inglaterra, Brasil, que se sumaban a los negocios que mantenía con sus agentes del Asunción, Potosí, Lima y la Banda Oriental.[5] Tan intensa como hábil actividad le permitió consolidar una de las fortunas más prósperas de Buenos Aires, a la vez que  una destacada posición social.

Fue por el año de 1778 que ingresó en la administración de la Real Aduana, desempeñando los empleos de vista y contador, en 1781 fue designado regidor del Cabildo y alférez real y síndico procurador general. También ocupó el honroso cargo de prior de la Venerable Orden Tercera de Santo Domingo.

Belgrano compra una chacra en San Isidro

Aquella prosperidad económica le permitió adquirir en Buenos Aires más de veinte casas y terrenos, en general destinadas a la renta, tiendas y pulperías, y fuera de la ciudad también pudo comprar algunas chacras y estancias, en Arrecifes, sobre el río Las Conchas y en la Banda Oriental, que dedicaba al cultivo y hornos de ladrillos.

Una de aquellas chacras, cercanas a Buenos Aires, fue la de San Isidro que compró el 21 de julio de 1783, según lo testimonia el escribano Pedro Núñez [6], cuando registra que: “Sea notorio que nosotros […] hijos y herederos del Capitán Fermín de Pessoa y su mujer Juana Echalecu, por la presente juntos y de mancomún otorgamos que vendemos desde ahora y para siempre jamás a Dn Domingo Belgrano Pérez, vecino y del comercio de esta ciudad a saber la chacara [sic] que fue de los referidos nuestros padres situada en la Costa de San Isidro, lindera por el frente con el Río de la Plata, por la parte de la ciudad [o sea por el sud] con más tierras que fueron del referido nuestro Padre y por la de San Isidro [o sea por el norte] con el Bachiller don Facundo de Prieto y Pulido, que se compone su territorio de cuatrocientas varas de frente y el fondo de una legua, o el demás que le corresponda en esta venta se incluye también los edificios y varios muebles y árboles que constan avaluados en autos de la Testamentaría que corren en el oficio del actuario Escribano, y todo ello en el precio de dos mil cuatrocientos diez y ocho pesos, dos reales, en que se ha Tasado […] En esta ciudad de Buenos Ayres a veinte y uno de julio de mil setecientos ochenta y tres años”.

Firmas: Domingo Belgrano Pérez, Bartolomé Gil de Lamadrid. “Ante mi Pedro Núñez”.

Tres años después, Domingo Belgrano Pérez compraba la chacra lindera hacia el sud, mediante escritura llevada a cabo ante el notario José García Echaburu [7], quien dejó asentado al margen: “Venta de tierra Dn Ramón Castro a favor de Don Domingo Belgrano Pérez”, para luego testimoniar que: “Sea notorio como yo Don Ramón Castro vecino de esta Ciudad; Por la presente otorgo que vendo, y doy en venta Real por juro de heredad desde ahora para en todo tiempo, y para siempre jamás a Dn Domingo Belgrano Pérez igualmente vecino y del Comercio de esta Ciudad para el susodicho y sus herederos y sucesores […] una tierras que tengo en la Costa de San Isidro que se componen de ciento y cincuenta varas de frente y seis mil varas de fondo, que es una legua,  y en ella se halla una casita vieja, la misma que compré a Vicente Pessoa y Petrona Tadea Pessoa, Padre e hija por Escritura Pública que a mi favor otorgaron el veinte y siete de Noviembre del año pasado de mil setecientos ochenta y uno, ante el presente Escribano […], que lindan por la parte de esta ciudad con las tierras de Marcos José de Riglos y por la puesta con tierras de los demás herederos de sus abuelos, que fueron Fermín de Pessoa y Da Juana Echalecu, de quien las tuvo, la dicha Petrona Pessoa por mejoras que le hicieron y consta declarada en el testamento que otorgó la dicha Abuela el día veinte y uno de Enero del año pasado de mil setecientos setenta y cuatro […] en la suma y cuantía de quinientos veinte y un pesos, de plata acuñada y moneda corriente […] satisfecho y pagada en dinero de contado de toda satisfacción y contento”. Firmado en “esta ciudad de la Santísima Trinidad-Puerto de Santa María de Buenos Ayres a veinte y seis de nov. de mil setecientos ochenta y seis”.

Según se desprende de ambos testimonios notariales, con la compra de esta segunda fracción de terreno la chacra de Belgrano llegó a tener 550 varas de frente al Río de la Plata por una legua de fondo.

Filiación del vendedor

Como hemos visto, las escrituras mencionadas también nos refieren que ambas chacras habían sido propiedad del capitán Fermín de Pessoa, singular personaje del Buenos Aires colonial. El Padrón del Pago de la Costa, verificado en el año de 1738, ya registraba la “Chacra de Fermín de Pessoa con su casa de tejas”.

El capitán Fermín de Pessoa, nacido en Buenos Aires y bautizado en la Catedral el 22 de abril de 1682 [8], era hijo natural de Juana Gómez, esclava de doña Gregoria Silveira y Gouvea [9], y del capitán Alejo Homen de Pessoa y Figueroa,[10] de la más antigua nobleza virreinal.

Fue don Miguel de Riglos, el esposo de Gregoria Silveira de Gouvea, quien por escritura dada el 30 de julio de 1708, liberó a la esclava Juana Gómez y a su hija Teresa de Pessoa, cuando testificó que “otorgo y conozco que ahorro y liberto de toda sujeción y cautiverio a Juana mi esclava de color pardo, de edad de cincuenta años poco más o menos, y a Teresa [11] su hija también mi esclava de color cuarterón de edad de veintidós años poco más o menos”. Poco después, Miguel de Riglos también le otorga la libertad a Fermín de Pessoa, por escritura del 17 de enero de 1709, dejando consignado que el liberto era “hijo de Juana Gómez mi esclava que fue y a quien también tengo dada carta de libertad”.

De tal manera, Fermín de Pessoa comenzaba su andadura por este mundo, en el que la fortuna le compensó su tan oscuro origen, si recordamos que su linajudo tío, el Dr. Ignacio de Pessoa y Figueroa, canónigo de la Catedral de Buenos Aires, le profesó un gran afecto, por lo que contó con su privilegiada protección, hasta que en 1726 éste piadoso clérigo pasó a mejor vida, después de nombrarlo universal heredero de sus numerosos y muy valiosos bienes.[12]

Buen administrador de sus bienes, Fermín de Pessoa supo acrecentar su fortuna, figurando en el Padrón de Buenos Aires de 1744 con “casa principal de dicho Capitán Fermín de Pessoa, de 60 años, casado con Juana de Echalecu, con siete hijos”, según nos narra Hernán Lux-Wurm, “además siete esclavos, sin contar los muchos aposentos que en el mismo inmueble tenía como renta en arrendamientos”.[13]

Ubicación de la chacra

Para ubicar aquellas fracciones dentro del Pago de la Costa o San Isidro, debemos remontarnos al 11 de junio de 1580, cuando Juan de Garay fundó solemnemente la ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Buenos Aires y, días después, adjudicó las 65 suertes o chacras entre los primeros pobladores. Aquel parcelamiento comenzaba en la actual intercesión de las calles Arenales y Basalvilbaso de la ciudad de Buenos Aires y se extendía hasta la actual calle Tomás Guido Spano, ubicada en la localidad de Punta Chica, de partido de San Fernando.

Las dos chacras compradas por Domingo Belgrano corresponden a aquellas  suertes originales adjudicadas por Garay: La  número 49,[14] a la que le sumó la lindera hacia el sur, la número 48,[15]que estableciendo sus confines, podemos ubicarla en la nomenclatura urbana actual, con frente al Río de la Plata, por el sur la actual calle Colón y su continuación Yapeyú, y por el norte, con la actual calle Alvear y su continuación H. Yrigoyen (Ver plano adjunto).[16]

La sucesión de Domingo Belgrano Pérez

Como decíamos ut supra, Domingo Belgrano Pérez había ocupado importantes cargos en el gobierno virreinal, entre ellos aquel que desempeñó en la Real Aduana, hasta que según nos lo narra el distinguido historiador, Mario Belgrano, cuando dice que: “Domingo Belgrano se vio envuelto en el proceso que se instauró al administrador de la aduana, Ximénez de Mesa, en 1788. Intimo amigo del mencionado funcionario, se le creyó cómplice en la quiebra, por cuyo motivo el virrey Loreto ordenó su prisión y el secuestro de todos sus bienes, hasta que por resolución de 24 de enero de 1794, fue absuelto de los cargos de la acusación y supuesta complicidad y restituido al goce de sus derechos y bienes”.[17]

De tal manera, la fortuna de Domingo Belgrano sufrió pérdidas cuantiosas, por lo que debió contraer numerosos prestamos para sobrellevar el problema económico que le originara la tan lamentable demanda.

Domingo Belgrano falleció en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1795. Según se desprende del Inventario y Tasación de Bienes, que forma parte de su sucesión,[18] iniciada el 26 de octubre de 1795 y concluida el 5 de marzo de 1796, la chacra de San Isidro estaba valuada en “12.759 pesos y 6 ¾ reales en total de valor de la Chacra con Casas […] en el Partido de la Costa de San Isidro, con 550 varas de frente y una legua de fondo”.[19]

Si recordamos que la primera chacra la había adquirido en 1783, en 2.418 pesos y dos reales, y la segunda comprada en 1786, en la suma de 521 pesos, lo que da un total de 2.939 pesos y dos reales, veremos que la tasación total de ambas chacras, en 1796, asciende a 12.759 pesos y 6 ¾ reales, demostrándonos el enorme incremento de su valor inmobiliario.

Presencia de Manuel Belgrano en la chacra

Si bien la ajetreada existencia de Manuel Belgrano no le permitió concurrir con cierta frecuencia a la chacra de San Isidro, algunos testimonios nos evidencian al menos alguna de sus esporádicas concurrencias.

Al respecto, podemos recordar que luego de las derrotas de Vilcapujio y Ayohuma, el general Manuel Belgrano, con la salud quebrantada por la fiebre terciana, debió trasladarse a Buenos Aires para someterse al Consejo de Guerra que determinaría su responsabilidad en ambas batallas. Así fue como a su arribo a Córdoba se le advirtió que debía fijar su residencia en algún pueblo de las afueras de la ciudad o en Cuyo, hasta que concluyera el mencionado Consejo de Guerra. Dicha disposición respondía al temor de que la presencia de Belgrano en Buenos Aires ocasionara manifestaciones de adhesión a su persona.

No obstante, Belgrano continuó su camino hacia Buenos Aires, hasta que llegado a la villa de Luján, el comandante Carlos Belgrano, por orden superior, debió arrestar a su hermano Manuel Belgrano. Fue así que por varios días vivió prisionero en el Cabildo de aquel pueblo, hasta que se logró que, en atención de su precario estado de salud, se lo trasladara a la chacra de San Isidro.[20] Digno de mencionar es que durante su permanencia en San Isidro Manuel Belgrano escribió sus memorias conocidas como su Autobiografía, testimonio de obligada consulta para los historiadores del ocaso de la época colonial y principios de la Independencia.

Como sabemos, poco después, el gobierno dispuso el sobreseimiento de la causa y se le encomendó la misión diplomática a Europa.

A su regreso de su frustrada misión diplomática, Belgrano, debió hacerse cargo de los restos del Ejército Auxiliar del Perú, designación que le exigió el otro gran sacrificio, que ofrendó a la patria con verdadera abnegación.

A fines de 1819, la enfermedad que lo consumía se agravó de tal manera que debió emprender su penoso regreso a Buenos Aires carente de recursos, por lo que a su arribo a la ciudad de Córdoba debió recurrir al gobernador interino, don Carlos del Signo, quien le facilitó 418 pesos para que pudiera continuar su viaje.[21]

De tal manera, el 1º de abril pudo llegar a la chacra de San Isidro donde permaneció algunos días para reponerse de las penurias del viaje.[22]

A poco de llegar, le escribía a su amigo Carlos del Signo, en carta fechada en “Costa de San Isidro, 4 de abril de 1820”, para manifestarle que:

“Desde el día 1º de éste mes me hallo entre los míos sin haber experimentado cosa alguna en el camino; es verdad que al aproximarme oí ya decir de los desertores de Buenos Aires que efectivamente han sido de tamaño, según cuentan y todavía parece que no hay tranquilidad, pero se cree que con las medidas que toma el Gobernante todo volverá al orden a su modo y según las ideas del día.

Si me proporcionare alguna buena tropa de hombre de confianza agradeceré a V. me remita los efectos de mi equipaje que dejé a su cuidado, y la carretilla puede venir hacia la culata de una de la tropa; mucho me alegraría si pudiese V. servirse de D. Blas Rodríguez o de Villafañe que han servido al Ejército.

Créame V. que siento darle tantas incomodidades, todavía tengo que añadir otras: es preciso que V. contrate con el tropero que traiga mi equipaje el que me conduce tres caballos que tengo al cargo del Maestro de Postas de Impira, y así mismo si el Sr. Dn. Tomás de Aguirre, a quien me hará el gusto de entregar la adjunta, pusiese a la disposición de V. un calisin me lo enviará por el mismo conducto.

Persuádase V. que le estoy agradecidísimo, que deseo corresponder al distinguido favor que me ha hecho y que nada me separará de la sincera amistad que le profeso y con que lo cuento y contaré como uno de mis más allegados”.[23]

“Costa de San Isidro, 4 de abril de 820.                             Ml. Belgrano

Señor Dn. Carlos del Signo.

Del Comercio de Córdoba”.

Cinco días después, le dirigía una carta a su amigo tucumano Celestino Liendro.

“Mi muy querido cumpa:

Nada sé de la familia desde que salí de ésa; no he podido escribir, por mis males, y porque además, las incomodidades del camino no me ha permitido; ya hoy me hallo con algún más descanso y podré repetir lograr esta satisfacción, si mis enfermedades siguen con el alivio que ahora, pues he logrado tener algunas más fuerzas, apetito y sueño.

Me he encontrado con el País en revolución, nadie sin embargo se [roto] se va tranquilizando con las buenas disposiciones de nues [roto] Provincia.

A mi Cuma dígale V. muchas cosas y que no dejen de darme noticias de mi Ahijadita: V. puede figurarse cuanto debe interesarme su salud y bienestar por todos los aspectos.

Expresiones mil a Doña Pepa, a Prudencio, recibiéndolas V. con el afecto de la a[mistad] de su affmo.”[24]

Costa de San Isidro, 9 de abril de 1820.                             Ml. Belgrano

Señor Dn. Celestino Liendro.

Pero la implacable enfermedad de Belgrano se agravó de tal manera que debió abandonar la chacra de San Isidro para llegar a su casa paterna, desde donde le escribió a su gran amigo José Celedonio Balbín, advirtiéndole la proximidad de su final: “Me hallo muy malo, duraré pocos días, espero la muerte sin temor”.[25]

El general Manuel Belgrano entregó su alma al Señor a las siete de la mañana del 20 de junio, cuando el país se debatía en la más cruel anarquía.

(1) Había asumido el 22 de noviembre de 1745 y ejerció su cargo hasta 1756, que fue reemplazado por don José de Cevallos.

(2) Médico boticario, quien casado en Buenos Aires con María Josefa Villarino y González Casero, fueron los progenitores de Juan José Castelli el célebre vocal de la Primera Junta de 1810., quien se emparentaría con la familia Belgrano por parte  materna.

(3) Catedral de Buenos Aires, libro 5º de Matrimonios, fol. 86.

(4) Miguel Ángel De Marco: Belgrano. Artífice de la Nación, soldado de la libertad, Emecé, Buenos Aires, 2012, p. 20. Cfr. Aníbal Jorge Luzuriaga: Manuel Belgrano. Estadista y prócer de la independencia hispanoamericana, Universidad de Morón, Prov. de Buenos Aires, 2004, p. 123. Cfr. Bernardo Lozier Almazán: Manuel Belgrano. Reflexiones sobre algunos aspectos de su personalidad, Edición privada, Buenos Aires, 2012, p. 2.

(5) Norma Ledesma de Rustia: Un fuerte comerciante rioplatense: Don Domingo Belgrano y Peri, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, Anales nº 11, 2004, p. 199.

(6) Archivo General de la Nación: Protocolo del Registro nº 1, del escribano Pedro Núñez, fol. 211 vuelto y 212.

(7) Archivo General de la Nación: Protocolo del Registro nº 6, del escribano José García Echaburu, fol. 222 vuelto, 223 y 223 vuelto..

(8) Catedral de Buenos Aires, libro 3 de gentes de color, folio 206 vuelto.

(9) Esposa de Miguel de Riglos y La Bastida (1649-1719),  uno de los vecinos más opulentos de Buenos Aires, capitán de caballos coraza, alcalde de 2º voto, regidor. Cfr. Bernardo Lozier Almazán: El arcediano Miguel José de Riglos y las imágenes patronales de San Isidro, Revista del Instituto Histórico Municipal de San Isidro, año XXV, 2011, p. 81.

(10) Hijo del capitán Pedro Homen de Pessoa y Figueroa y de Juana Catalina Cabral de Melo y nieto del capitán Pedro Homen de Pessoa de Saa, teniente gobernador de Cuyo, entre 1628 y 1631, y posteriormente de Santa Fe, desde 1645 hasta 1648, casado con doña Isabel de Figueroa y Mendoza.

Cfr. Hernán Lux-Wurm: Los Pessoa, una dinastía mulata en el Pago de la Costa, Academia de Estudios Históricos de Vicente López, 1993, p. 76.

(11) Teresa Pessoa, con los años contraería matrimonio con José  de Acassuso, hijo natural y mestizo de don Domingo de Acassuso.

(12) Facultad de Filosofía y Letras, Documentos para la Historia Argentina, Buenos Aires, 1920, t. X, p. 148.

(13) Hernán Lux-Wurm, op. cit. p. 79.

(14) Otorgada originalmente por Garay, en 1580, a Miguel Navarro

(15) Otorgada originalmente por Garay, en 1580, a Andrés Méndez.

(16) Estas ubicaciones coinciden con el plano “Ubicación gráfica de las suertes de chacras distribuidas por Don Juan de Garay en el año 1589”, Compilación de Referencias Documentales, Dirección de Geodesia, Catastro y Mapa de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, tomo I, 1933.

Idem. Plano de los caminos de la Costa de San Isidro por el Brigadier Don José Custodio de Saa y Faría, año 1781.

Idem. Plano de Manuel Ozores, año 1786.

Cfr. Bernardo Lozier Almazán: Nueva reseña histórica del Partido de San Isidro, Sammartino Ediciones, Buenos Aires, 2010, p. 36.

(17) Mario Belgrano: Belgrano, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 1996, p. 17.

(18) Archivo General de la Nación, Sucesiones, nº 6260, expte. Nº 14.

(19) Idem. folio 87.

(20) María Correa Viale: De mi raza, Buenos Aires, 1993, p. 161.

Cfr. Ovidio Giménez: Vida, época y obra de Manuel Belgrano, Editorial Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1999, p. 560.

Cfr. Mario Belgrano, op.cit. p. 279.

(21) Bartolomé Mitre: Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Editorial Juventud, Buenos Aires, 1945, t. IV p. 335-336.

Cfr. Instituto Belgraniano, Central, General Belgrano. Apuntes Biográficos, Buenos Aires, 1984, p. 103.

(22) Ovidio Giménez: op. cit. p. 725.

Cfr. Manuel Luis Martí: Sus enfermedades y su muerte, Belgrano, Instituto Bonaerense de Numismática y Antiguedades, Rosario, 2012, p. 195.

(23) Epistolario Belgraniano, Editorial Taurus, Buenos Aires, 2001, p. 453.

(24) Idem. p. 454.

(25) Bernardo Lozier Almazán: Manuel Belgrano. Reflexiones sobre algunos aspectos de su personalidad,  San Isidro, 2012, p. 25.

Villa de Lujan 

Luján: En localidades descriptas por Belgrano en su recorrido

Belgrano el 26 de enero de 1812, en su Diario de marcha del Coronel Belgrano a Rosario, nos describe la Villa de Luján.

Considera su ventajosa posición, dado que el río era barrancoso de ambas partes, y contaba con un puente y pasos en sus inmediaciones. Por lo tanto, la Villa podría servir como una fortificación. Tenía su plaza y siete calles, las más de ellas con cercas de tunas bastante altas y espesas. La Iglesia era un edificio fuerte y de regular arquitectura; el Cabildo era una casa de un alto de 14 a 17 varas de frente con su arquería alta y baja. Los Bautismos anuales eran 150, aproximadamente, a pesar que la jurisdicción era bastante extensa. El río estaba desplobado de árboles; había mucha escasez de leña y se utilizaba en reemplazo de ésta cardo asnal seco; las aguas eran salobres, y sólo potables cuando llovía mucho y se producían las crecientes, pero tenía manantiales en sus riveras que aunque eran de agua gruesa podían beberse. Nunca se quedaba sin agua, aún en las mayores sequías, atribuyéndose eso a que las nutrias, que abundaban, mantenían abiertos los manantiales u ojos de agua.

Véase: Diario de marcha del Coronel Belgrano a Rosario, en: Escorzo Belgraniano 3, (Cuadernos de Investigaciones Históricas), Buenos Aires, Convento Santo Domingo, 1995, p.p. 26-27.

  • 27 de septiembre de 1810

Belgrano entra en el templo parroquial de la Villa mientras se dirigía al Paraguay, poniéndose bajo la protección de la Virgen, celebrándose entonces una solemne misa.

  • 28 de enero de 1812

A las 9 de la mañana. Belgrano regresa a la localidad y en su diario de marcha al Rosario describió al pueblo y al templo parroquial lujanenses: “La Villa tiene su plaza y sus siete calles, las más de ellas con cercas de tunas y bastante altas y espesas. La iglesia es un edificio fuerte y de regular arquitectura; el Cabildo es una casa de un alto que tendrá 14 a 17 varas de frente con una arquería alta y baja. Los bautismos anuales son 150 poco más o menos, bien que su jurisdicción es bastante extensa. El río está despoblado de árboles; hay mucha escasez de leña y se remedia con el cardo asnal seco”. 

  • 3 de mayo de 1813

Belgrano destina al templo de Nuestra Señora de Luján, como muestra de agradecimiento y para que susciten devoción a los fieles, dos banderas de división realistas tomadas en la batalla de Salta, librada el 20 de febrero de dicho año. Las banderas conquistadas fueron colocadas con gran solemnidad el 10 de julio por la tarde, celebrándose al día siguiente una misa de acción de gracias en la que sermoneó ardientemente el presbítero Antonio Sáenz, el mismo que en 1821 se convirtió en el primer rector de la Universidad de Buenos Aires. Desgraciadamente, durante los sucesos políticos de inicios de 1820 dichas banderas desaparecieron, al parecer por obra de un sacerdote español mentalmente alterado, según testimonió en 1882 una antigua vecina de Luján. Ese año, un hermano del general Belgrano, Carlos, presidió el Cabildo de la Villa.

  • 14 de junio de 1814

El Grl. Belgrano empieza a pasar algunos días en calidad de detenido, en una casa situada frente a la plaza Mayor lujanense, como consecuencia del proceso que se le seguía por sus recientes derrotas militares en el Alto Perú (Vilcapugio y Ayohuma). Según el padre Jorge María Salvaire, Belgrano ocupó entonces en la Casa Capitular lujanense la misma habitación que luego albergó a otros ilustres presos: los generales José María Paz y Bartolomé Mitre. El 17 junio, en razón de su debilitada salud y de la humedad reinante en la localidad, solicitó al Gobierno su traslado a la chacra de Perdriel, lo cual le fue concedido de inmediato.

  • Marzo de 1820

Unos tres meses antes de su fallecimiento, Belgrano visitó por última vez el santuario de Luján.

  • 21 de agosto 1858

La Municipalidad de Luján resuelve celebrar un contrato mediante el cual el alarife catalán Jaime Palet, vecino y comerciante del pueblo, se obliga a “construir en la plaza de la Villa una columna de la forma que presentó y de las siguientes dimensiones: 3,5 varas entre la base y plinto y 8 y tres cuartas varas desde el plinto hasta la parte superior del capitel, donde habrá un busto “sin contar éste una altura de doze [sic] y media varas”.

La columna y su pedestal eran de una mezcla de cal y polvo revocada.

El remate de dicha columna consistía en un busto de barro cocido o de mezcla de yeso y tierra hidráulica que representaba al Grl. Belgrano.

Dicha columna estaba cercada por un cuadro formado de rejillas de lanzas sostenidas por cuatro pilares de seis varas y del centro de éstos emergían unos hierros que sostenían cuatro faroles elegantes. El espacio circundante tenía baldosas finas de color y blancas.

En la inauguración del monumento, que se habría llevado a cabo en septiembre de ese año, el gobernador del Estado de Buenos Aires fue representado por el prefecto de Policía, don José R. Oyuela.

En el basamento de la columna, de 14 m de alto, había 4 placas de mármol que rezaban: “Al esclarecido patriota e ilustre General Belgrano, dedica esta columna el pueblo de Luján”. “A la noble y unánime inspiración que juró la independencia el 9 de Julio de 1816” (la que miraba al este). “A la fundación de este santuario de Nuestra Señora de Luján en el año de 1763” (la que miraba al templo parroquial). “Al 12 de Agosto y al inmortal 11 de Septiembre de 1852 en su aniversario de 1858 día en que se colocó la primera piedra fundamental siendo su padrino el señor Gobernador del Estado Dr. D. Valentín Alsina” (la que miraba al norte). Todas estas placas llevan al pie las iniciales BM, iniciales del lapidario que las ejecutó, de nacionalidad italiana.

  • 1889

Se forma una comisión de vecinos (compuesta por el cura párroco Jorge María Salvaire, el doctor Domingo Fernández, Luis A. Corro, Juan D. Silva y Agustín Cano) a fin de embellecer la plaza principal de la Villa. Uno de sus objetivos era reemplazar la modesta columna de 1858 por un monumento más importante. El de 1858 era por entonces mal visto porque tenía un pequeño busto del prócer en lo alto de una elevada columna, pareciendo “más bien la llama de una vela”. Los fundamentos de esta iniciativa fueron publicados en un opúsculo impreso por la prestigiosa casa de Pablo Emilio Coni, de Buenos Aires.

  • 1° de julio de 1894

Firmando con sus iniciales, Salvaire publica un artículo en la revista del santuario un artículo titulado “La glorificación del General Belgrano”, donde insta a retomar la idea de erigir un monumento mayor al prócer. Hacia 1900. Se le impone el nombre de Belgrano a la plaza principal de la localidad, hasta entonces llamada Constitución. 

  • 7 de julio de 1907

El entonces concejal Juan B. Barnech proyecta un nuevo monumento al creador de la bandera nacional a ser terminado para las fiestas del Centenario. 

  • 1918

La columna belgraniana es desplazada del centro a un costado de la plaza de su nombre porque se pensaba una calle central que dividiera a la plaza y que se enmarcaba en un plan de reordenamiento urbano del cura párroco Vicente María Davani de 1915, que pretendía que una gran avenida dividiera la plaza por el medio y llegara hasta la puerta de la Basílica. 

  • 1925

A los pocos años de inaugurado el Museo Colonial e Histórico de la Provincia de Buenos Aires, se sumó al patrimonio de éste un coche que utilizó el mariscal Andrés de Santa Cruz, popularmente conocido como “sopanda de Belgrano”, considerado el vehículo más antiguo existente en la Argentina. 

  • 27 de enero de 1929

Una comisión de vecinos presidida por Horacio V. Maleplate acepta el proyecto de monumento ecuestre al Grl. Manuel Belgrano, elaborado por Bruninz y le encomienda a Udaondo redactar las bases del respectivo contrato: el monumento debería ser de bronce, con pedestal de granito de Bélgica, de una altura de 8 metros y costar $ 30.000. A Luis Perlotti se le pagaron $ 500 por la maqueta y los planos. El 16 se firmó el contrato con Bruninz. La piedra fundamental fue colocada el 25 de mayo de ese año y fue inaugurado el domingo 16 de noviembre de 1930 (originariamente se había establecido el 6 de septiembre, pero el golpe de Estado ocurrido ese día lo impidió).

La estatua mide 3,5 m de altura. Todo el pedestal está realizado en piedra nacional. En su frente hay un alto relieve y está tallado con el mismo material, representando al Ejército Argentino. En el lateral izquierdo, hay un bajorrelieve de bronce con la imagen de Manuel Belgrano agonizando. En el lateral derecho, un bajorrelieve con la imagen de Manuel Belgrano y su ejército, realizado también en bronce. Al frente hay una alegoría tallada en piedra, en relieve, compuesta por el escudo, laureles, espadas cruzadas y la leyenda “Dios y la Patria”. Asimismo, se lee: “Al General Belgrano el pueblo de la Villa de Luján MCMXXX”. La estatua ecuestre del prócer sosteniendo la enseña patria que creó, está frente a la Basílica Nuestra Señora de Luján y mira hacia dicho templo, en expresión de fe y devoción a la Virgen.

  • 12 de julio de 1931

Udaondo le pide comisionado municipal, Juan G. Kaiser, para el Museo Colonial e Histórico de la Provincia de Buenos Aires, en uno de cuyos patios sería emplazada, la antigua columna de 1858 a Manuel Belgrano de la plaza principal de Luján. Los gastos correrían por cuenta de la Dirección del Museo (seguramente por cuenta del propio Udaondo). Kaiser dio su aquiescencia el 25 de julio. La inauguración del monumento, reproducido con menor altura, en su nuevo emplazamiento se efectuó el 25 de mayo de 1932. 

  • 19 de julio de 1931 

Se inaugura el Pabellón Capilla del Museo. El balcón interior o coro, de algarrobo, perteneció a la casa de Aguirre, en Salta, y desde él el Grl. Pío Tristán, en la víspera del 20 de febrero de 1813, divisó el Ejército patriota que comandaba Belgrano.

  • 1947

Al lado del gran pabellón de la colección Gnecco, se inicia la construcción del Pabellón Belgrano, que costeó la Comisión Nacional de Homenaje al prócer, a iniciativa de Udaondo, que en octubre de 1946 presentó la idea en el Círculo Militar A cargo de la obra, que dirigió el ingeniero Alejandro Barberis, estuvo la empresa Mori y Cía. Consiste en un salón de 8 m de ancho por 20 m de largo, techo de tejas y armadura de lapacho y ventanales de hierro. 

  • 30 de junio de 1948

Inauguración del Pabellón Belgrano, a cuya izquierda se trasladó la columna belgraniana de 1858, donde aún permanece, ignorada por los más. 

  • 2005

En el marco del “Plan de optimización de espacios colectivos del área histórico basilical de la ciudad de Luján”, elaborado por los arquitectos Diego Romano y Marcelo Marrone y el maestro mayor de obras Daniel Gowland y que apadrinaba la Intendencia Municipal con el apoyo económico de los Gobiernos nacional y provincial, se proyecta trasladar el monumento al general Belgrano hacia la izquierda de la plaza, frente a la ex Casa Cabildo. El fundamento de este cambio era que dicho monumento constituía una “interferencia visual con el Santuario”. Este desplazamiento contó con el apoyo del entonces arzobispo de Mercedes-Luján, Mons. Rubén H. Di Monte, del Instituto Nacional Belgraniano, la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, la Dirección Nacional de Arquitectura, la Secretaria de Turismo de la Nación, la Subsecretaría de Tierras y Urbanismo bonaerense, la Secretaría de Turismo y Deportes y el Instituto Cultural, también pertenecientes a la Provincia de Buenos Aires, las Universidades de El Salvador, Morón y Córdoba, y, por supuesto, del Departamento Ejecutivo municipal lujanense, cuyo titular era Miguel Angel Prince. Pero a mediados de ese año varios vecinos (entre los cuales descolló el historiador y catedrático Dedier Norberto Marquiegui) se pronunciaron en contra de la innovación proyectada, y a la postre el monumento no fue desplazado. 

  • 15 de mayo 

El Poder Ejecutivo Nacional, encabezado por Néstor C. Kirchner, mediante el decreto Nº 513, declara de “interés histórico cultural de la nación” a la columna belgraniana de 1858. 

INSTITUTO BELGRANIANO DE LUJÁN

Capilla del Pilar (Córdoba)

Capilla del Pilar Monumentos Históricos en Córdoba

Declaratoria: MHN, Decreto 5.243 / 1969
Ubicación: Entre las calles Buenos Aires, Santiago del Estero, calle Pública y Pasco. A 45 km. de la ciudad de Córdoba. Pedanía Dormida. Río Segundo.

Capilla del Pilar

Ubicado en la estancia Omarasacate, a orillas del río Segundo, el oratorio consagrado a Nuestra Señora del Pilar fue erigido entre 1698 y 1711 por iniciativa de la familia Sobradiel, oriunda de Aragón.
La hija del matrimonio fundador, doña Gregoria, emprendió entre 1714 y 1734 la construcción de una capilla, convertida pronto en parroquia, lo que hace suponer que fue la más importante de la zona.
Entre junio y septiembre de 1819, el general Belgrano y sus tropas estuvieron acantonados en sus inmediaciones, esperando la llegada de pertrechos militares. Y en la capilla misma, Belgrano, enfermo, debió resignar el mando del Ejército del Norte.
Aunque sufrió algunas modificaciones, conserva su tipología colonial.
Posee una nave única, cubierta con techo de artesa; un coro alto con ventana ocupa el ancho de la nave.
En su fachada, sintetizada por dos pares de pilastras que sostienen un frontis triangular, se destaca la espadaña de tres pisos y tres vanos para campanas.
En 1869 se le agregó una sacristía del lado derecho y un retablo con columnas.
En 1976 fue donada a la Provincia de Córdoba; dos años después se habilitó, y en 1979 fue entronizada una nueva imagen de la Virgen del Pilar, donada por las autoridades de Zaragoza.

La segunda insurrección en Tacna

*Rosa Meli

Primera insurrección en Tacna 

Parece superfluo recordar que, como consecuencia de la invasión napoleónica a España, se produjo en nuestra América la formación de Juntas en Chuquisaca, Quito y La Paz en 1809, aunque de vida efímera y de escaso apoyo popular las dos primeras.

Sin embargo, los paceños declaraban sin ambages sus intenciones, lo que se evidencia a través del acta del 9 de julio de ese año:

“Estamos cansados de ser los vasallos sumisos de España […] Tenemos conciencia del derecho que nos asiste para ser libres e independientes en el suelo en que nacimos. Queremos constituir, […] para nosotros y para nuestros hijos, una patria muy nuestra, muy americana, ajena a todo concepto de dependencia monárquica, española o alegadiza (sic) [allegadiza], borbónica o napoleónica”. (1)

No obstante, la llamada Junta Tuitiva de La Paz también fracasó, pero en el siguiente año surgieron otras nuevas: el 19 de abril en Caracas, el 25 de mayo en Buenos Aires, el 20 de julio en Bogotá, el 18 de septiembre en Santiago de Chile.

Pero fue precisamente la de Buenos Aires la que incidió, particularmente, en el Virreinato del Perú, por su proyección continental, lo que se evidenció con el envío inmediato de la expedición al Perú al mando del Brigadier Antonio González Balcarce, acompañado por el Dr. Juan José Castelli para difundir los fines que motivaron la formación de la Junta Provisional Gubernativa.

Esta expedición motivó a Castelli la necesidad de cortar la corriente de abastecimiento a los realistas por el Altiplano y la de insurreccionar las poblaciones de Islay, Ilo, Arica, Iquique y Cobija, junto con otras ciudades del Bajo Perú, próximas a la frontera, como Arequipa, Tacna y Tarapacá, tanto más que el Brig. José Manuel Goyeneche se hallaba situado en Huaqui, apoyado por un refuerzo de tacneños.

Fruto de esta campaña emancipadora fue la primera insurrección de Tacna en 1811, encabezada por el limeño Francisco Antonio de Zela.

En la noche del 20 de junio reunió en su propia casa a un grupo de vecinos notables, para leerles la proclama de Castelli, pronunciada en Laja el 5 de febrero del mismo año y que, con elocuente intención, expresaba claramente:

“Pueblos de la América del Sur, pueblos de Tacna: Nuestro destino es ser libre o no existir; y mi invariable resolución es sacrificar la vida por nuestra independencia”. (2)

Asaltados los cuarteles de infantería y caballería, sin mayor resistencia depusieron a las autoridades virreinales y Zela asumió el mando político y militar con el título de Comandante de las Fuerzas Unidas de América.

Numerosos pueblos se plegaron con entusiasmo a esta declaración pero, sin el apoyo inmediato de las tropas rioplatenses, no pudieron resistir mucho tiempo por cuanto aún se hallaban lejos de estar preparados.

El 20 de junio de 1811, las fuerzas revolucionarias, al mando de Castelli y González Balcarce, enfrentaron en Huaqui a efectivos españoles notoriamente superiores, bien disciplinados y pertrechados, bajo un comando único: el Brig. Goyeneche. Los resultados fueron previsibles; tras la derrota, vino el desbande y el abandono del parque. La consecuencia más grave de esta batalla de Huaqui fue la pérdida momentánea del Alto Perú.

Este desastre dio por tierra con los propósitos y entusiasmo de Francisco de Zela; el movimiento fue fácilmente dominado y su jefe apresado por las fuerzas del Rey.

Sin embargo, el grito de Tacna no cayó en el olvido.

La simiente germinará desde entonces, en especial, merced a la pluma ágil y encendida del estudiante neogranadino Fernando López Aldama, a través del periódico El Satélite.

De todos modos, 1812 se vio signado por el levantamiento de Huánuco, con el triste fin de la ejecución del patriota Juan José Crespo y Castillo, luego de abortado el movimiento. Perdida la esperanza de una fácil campaña en el noroeste del Perú, el Gobierno del Río de la Plata decidió entonces concentrar sus esfuerzos en Montevideo, remontando el sitio de la plaza, con la mayor cantidad posible de efectivos y recursos.

Los restos del Ejército Auxiliar del Perú, conducidos por el Coronel Juan José Viamonte, se replegaron a Potosí y más al sur, mientras las fuerzas triunfantes del realista José Manuel Goyeneche, con tres mil hombres, se prepararon para avanzar en el intento de recuperar el ex Virreinato de Buenos Aires.

Don Juan Martín de Pueyrredón, quien había sido designado Comandante del Ejército Auxiliar del Perú, al llegar a Jujuy elevó su renuncia, aduciendo razones de salud, y fue remplazado por el Cnel. Manuel Belgrano (27 de febrero de 1812), que se recibió del mando en la posta de La Ciénaga, el 3 de abril de 1812. (3)

Nuestro prócer, que siempre evidenció un acendrado sentimiento americanista, no se dejó amedrentar por la adversidad.

Sus convicciones eran más fuertes que los fracasos y así lo recuerda el General Juan Pardo de Zela en su Memoria:

“El ejército que por la primera vez saludaba a este jefe, fue hablado por él con una precisión que la inspiraba la mejor confianza a todos los jefes y oficiales subalternos que parecían ver en él, el alma del ejército para darle nuevo vigor y fuerza haciéndolo poner en marcha al Curatito de Campo Santo, situado intermedio entre las ciudades de Salta y Jujuy, donde instruido que el enemigo no habiendo abandonado su posición de Suipacha, ordenó se continuase la marcha a ocupar nuestros antiguos cuarteles de Jujuy, donde ya situado el ejército que apenas constaba de unos 900 hombres de todas armas, empezó a ser respetado de enemigos y amigos, por la firmeza de carácter que desplegó su jefe, restableciéndose en todo sentido su moral y economía interior”. (4)

No repetiré lo tantas veces dicho acerca de la magnífica campaña de Belgrano protagonizada contra un adversario tan tenaz y ventajoso a todas luces, que como recuerda Pardo de Zela:

“[…] siempre honrarán la memoria de un general que aún sus mismos enemigos hubieran querido tener por amigo constantemente; su constancia en el trabajo, su fuerza de carácter, su desprendimiento, y en fin su civismo, le hacían digno de dirigir los destinos de una República, que nunca supo apreciar sus talentos, ni su mérito; austero con subalternos y económico al mismo tiempo, pocos amigos debería tener a su devoción, y sin embargo los que con él han servido lo elogian haciéndole justicia y su memoria grata siempre; aún en el infortunio se le respetó y jamás se murmuró de sus órdenes y cuando alguno lo hacía, era con gracia, dándole el dictado de chupa verde, a que estaba reducido su uniforme de simple cazador del ejército, que continuamente usaba, y era todo de paño verde un poco claro, a que se sujetó a pesar de sus proporciones, para desterrar el lujo de un ejército que no podía soportarlo, por la escasez de sus recursos, y lo que es más, por acostumbrarlos a la sencillez, y a aquellas virtudes que forman el corazón guerrero para el heroísmo, de que dio tantas pruebas el ejército […]”. (5)

Producida la memorable batalla de Salta, muchos soldados se licenciaron por propia cuenta, entendiendo que su participación quedaba plenamente justificada con el triunfo obtenido por las armas de la revolución:

“El ejército llevaba tres años de una campaña constante […] los oficiales se hallaban, con corta diferencia, en los mismos grados con que habían salido de Buenos Aires a formar el ejército, al paso que en esta Capital ascendían de capitanes a coroneles y tenientes coroneles que luego remitían al ejército a embarazar los ascensos de escala; escandaliza tener que decir que a simples particulares se les habla mandado […] despachos de capitanes de ejércitos a hombres que tranquilos en sus casas no sabían lo que era fusil sino porque vulgarmente lo oían nombrar, así es que desaparecieron del ejército una porción de oficiales útiles que se licenciaron, y los que permanecían una fuerte delicadeza los contenía, sufriendo las privaciones de una en donde todo refluía contra los progresos del ejército […]”.

Estas reflexiones de Pardo de Zela se exaltan cuando recuerda a Belgrano, que si compartió con ellos grandes amarguras y penalidades, también los condujo al alborozado triunfo de Las Piedras, Tucumán y Salta. Entonces, con conmovido lirismo reflexionaba:

“[…] él se hallaba animado de un patriotismo a toda prueba y su celo era el origen; al paso que sabía distinguir lo útil despreciaba lo inútil; esto último lo hizo tocar sinsabores bien amargos, y acaso que hubiese desaparecido de la escena prematuramente; […] pero vives en el corazón de aquellos buenos ciudadanos que entrevieran en ti el héroe de la América del Sur; les faltaste y la anarquía los devora; vivirás sí, porque aún mi pluma vive para cantar tus glorias y tus virtudes; no eras Espartano, pero querías imitarlos; no eras Phoción de Atenas, pero eras Belgrano en Buenos Aires, […] otra pluma que te pinte, que la mía sólo hace recuerdos de las jornadas prósperas y adversas, que fijaron la emancipación americana de la nación española”. (7)

Mas Belgrano no se dejó deslumbrar por el triunfo. A pesar del fracaso de la insurrección de Tacna y del pronunciamiento de Huánuco, mantuvo con singular entusiasmo y dedicación sus contactos con el bajo Perú, llave fundamental para impedir el avance de los realistas.

El 28 de julio de 1813, envió un oficio al gobierno desde Potosí, dándole noticias de los últimos acontecimientos de Tacna.

Por los informes que había recibido, tenía conocimiento de que el Brig. Joaquín de la Pezuela había desembarcado con 300 hombres en el puerto de Quilca (Perú), el 4 de julio anterior, marchando rumbo a Arequipa y desde este destino a Oruro. Estas novedades incitaron su celo patriota, y a la par que aumentaba la instrucción de los reclutas, nombró Coronel al Teniente Coronel Cornelio Zelaya, ordenándole organizar una fuerza para la defensa de Cochabamba y reconociéndolo como jefe divisionario. Los efectivos se remontarían a mil de caballería y quinientos de infantería. (8)

Mientras, los revolucionarios de Tacna no se habían arredrado por el fracaso de 1811 y más decididos con la presencia cercana de Belgrano y sus sucesivos triunfos, le pedían para provocar un nuevo movimiento en todos los pueblos de la costa, al tiempo que reconocían como jefe de la sedición al patriota Manuel Rivero.

El General no estaba en condiciones de enviarles armamento porque aún esperaba los que había pedido al gobierno, y por otro lado, no podía debilitar sus escasas fuerzas porque conocía al detalle la marcha y los preparativos del enemigo desde Lima a Ancacato. (9)

Esta actitud prudente fue aprobada por el gobierno de las Provincias Unidas, quien insistió sobre el particular:

“[…] se espera de su política y de su talento dé todo el influjo posible para que dilatado más y más el fuego de la libertad en aquellas oprimidas regiones, vean su último día los agentes del despotismo”.(10) 

De Vilcapugio a Tacna

Desde el 20 de febrero, en que tuvo lugar la batalla de Salta, hasta el 1º de octubre, fecha del encuentro de los adversarios en los campos de Vilcapugio, habría de transcurrir un tiempo demasiado prolongado para una guerra donde, si bien una de las partes, la de los independientes, llevaba ventaja, la situación para ellos siguió siendo crítica.

En este período los realistas recompusieron sus efectivos y su estrategia, tanto más con la reprobación por ambos gobiernos del Perú y de Buenos Aires del armisticio firmado por Belgrano y Goyeneche.

El ejército realista, en tanto, no se sentía derrotado, en razón de que las fuerzas de Pío Tristán -juramentadas en Salta- sólo constituían la vanguardia del Ejército Real del Alto Perú al mando de Goyeneche. Sin duda, pues, representaba un peligro latente para la finalización de la campaña, dado que el cuartel general realista se hallaba en Potosí, la vanguardia en Suipacha, un destacamento en Cochabamba, otro en Jujuy y un batallón en Oruro.

Obviaremos las causas de la supuesta lentitud en las operaciones, provocada por el Grl. Belgrano, tema largamente expuesto y justificado por su historiador Mario Belgrano. Sin embargo, bien vale la pena recordar una de las notas que elevó al gobierno el 30 de mayo, donde abunda en dramáticas realidades:

“Aún no tengo -dice- un plan decidido del camino que he de tomar para ir al enemigo; pues esto depende de las circunstancias, y de los obstáculos que pueden presentárseme para la conducción de la artillería de que me he de imponer, hallándome más adelante, acaso, con mis propios ojos; pues como dije al Gobierno que me mandó a desempeñar esta comisión no tengo conocimiento de los lugares, y sólo me hallo sin un plan militar, sin un plan topográfico, pero ni aún geográfico, que se acerque algo a la verdad, que es cosa bien singular para uno a quien se le llama General.

Por ahora mis operaciones militares se reducen a que haya orden, disciplina y subordinación de la tropa, y hacerlos marchar hasta un punto de donde reunidas las divisiones, o salga por el Despoblado, o vaya por el camino de la Posta hasta las inmediaciones del enemigo, a cuyo efecto he mandado limpiar tanto unas, como otras veredas, lo que sin duda ha dado mérito a lo que dicen las cartas misivas de los oficiales a que V.E. se refiere en su oficio del 13 del presente que estoy contestando.

[…] he dicho los motivos porque no anticipo mis determinaciones en lo que exige secreto y añadiré que para no ligarme a lo que ya hubiere impuesto a V.E. pendiendo de tanta pequeñez el orden de las operaciones militares y mucho más para un aprendiz de guerra como yo, mandado a países que nunca pisé, ni había mirado sino por curiosidad en el mapa, no digo a V.E. muchas veces mis ideas, y para que también no se halle creído de una cosa, y variada por las circunstancias, o sean útiles sus disposiciones o tal vez perjudiciales; pues a cuatrocientas o quinientas leguas de distancia no es fácil acertar en estas materias.

He leído en los mejores autores militares de muchas acciones perdidas dirigidas por los Gabinetes, y no es extraño, aún cuando tengan los mejores planes y conocimientos, porque no es posible que estén al alcance de los que dirigen a distancias las infinitas ocurrencias que sobrevienen; la experiencia me ha enseñado a mí mismo que todos los planes las más de las veces son fallidos, y se varían en la guerra instantáneamente según los obstáculos que se presentan: en Tucumán creí tener la acción al Norte, y con este concepto reconocí el campo y posiciones y fui a darla al Sur, tal vez cerca de media legua de distancia; en Salta pensé haber entrado de sorpresa como lo hubiera conseguido, y las aguas y otros medios presentados en la marcha me lo impidieron […]

Pues yo diría que teniendo confianza en el encargo de esta clase de negocios se le debería dejar obrar proveyéndole de cuanto puede necesitar, a saber, dinero, dinero, vestuarios, armas, municiones, subsistencias, etc., etc., para que no tuviese que alegar y según la cortedad de mis talentos y tal cual conocimiento militar que tengo”. (11)

Al firmarse el armisticio, retirándose el enemigo de Potosí para reconcentrarse en Oruro, Belgrano avanzó a Jujuy, pero, al mismo tiempo, el Virrey Abascal no sólo desaprobó las disposiciones adoptadas por Goyeneche, sino que ordenó se reforzasen los efectivos en el Bajo Perú, especialmente en Cuzco, Puno y Huamanga.

En los meses que antecedieron a la acción de Vilcapugio, a medida que los realistas retrocedían, avanzaron las tropas de Belgrano desplegadas, sobre el Alto Perú, en medio del entusiasmo de las poblaciones.

Goyeneche, en tanto, resignó el mando siendo sustituido por el Brig. Joaquín de la Pezuela. Sin duda, este jefe decidió dar nuevo y renovador impulso a la campaña. Su plan, que en principio, era defensivo, después de la derrota del Cnl. Saturnino Suárez en Ancacato, que puso a su disposición la documentación de Belgrano con sus instrucciones inmediatas, varió, decidiéndose a atacarlo por sorpresa.

También Belgrano confiaba más en las ventajas que tenían las acciones ofensivas que en una actitud defensiva, que minaría la disciplina y relajaría la conducta de sus jefes y tropa.

En la Pampa de Vilcapugio tuvo lugar el encuentro, como sabemos desafortunado para las armas de la independencia, a pesar del denuedo con que se luchó entre poco más de las siete de la mañana a las tres de la tarde.

Belgrano se retiró rumbo a Cochabamba con las tropas veteranas que consiguieron reunírsele, sin ser perseguido por el enemigo, a causa del agotamiento de las fuerzas vencedoras, que a su vez se dirigieron a Condo-Condo.

La desazón por el fracaso fue breve. Belgrano tenía una fe inquebrantable en el triunfo definitivo de la causa americana.

El mes y medio de inactividad del enemigo fue aprovechado por Belgrano para trasladarse a Macha, donde se ocupó de recomponer su ejército, destacar comisionados y valerse de los subdelegados de partidos y de las pequeñas guarniciones que había dispuesto en los pueblos del camino de las provincias de abajo, logrando reunir nuevamente a los desertores. (12)

Pese al fracaso del 1° de octubre, tenía motivos para confiar en el futuro. Todavía sentía su flanco izquierdo protegido por las provincias del Bajo Perú. El 26 de agosto anterior se había reunido en Potosí con Enrique Paillardelle para convenir un plan conjunto de liberación del Perú. (13)

Una breve información aparecida en la Gaceta Ministerial del 22 de septiembre daba noticias de estas conversaciones, aunque no citaba nombres:

“El General Belgrano, con fecha 26 de agosto avisa al Gobierno haber recibido dos Enviados de la Costa del Mar del Sud (sic: Provincias del Bajo Perú), que solicitaban un pronto auxilio capaz de proteger el grito de insurrección general a que estaban próximamente dispuestos. El jefe del Ejército ha contestado que aceleren sus movimientos, contando con el apoyo de sus armas; y ha dado las instrucciones convenientes a un celoso patriota, para que dé el mejor impulso a los esfuerzos de aquellas comarcas oprimidas”. (14)

No hay datos muy precisos acerca de Enrique Paillardelle, aunque se sabe que había nacido en Marsella, en 1785, del matrimonio de Juan Felipe María Paillardelle, también marsellés, y de Eustaquia de Sagardía Villavicencio, limeña.

Educado en la Escuela Politécnica de París, obtuvo el grado de Teniente de Ingenieros Militares, pero muerto su padre, se trasladó a España con sus hermanos Juan Francisco y Antonio Felipe.

Permaneció en Cádiz durante tres años, pasando al Perú en septiembre de 1806, con la finalidad de incorporarse a las milicias del Virreinato.

Fue agregado al batallón de Patricios de la Concordia, con guarnición en Cuzco y, en 1813 pasó a Tacna, enfrentado con las autoridades españolas de Lima. (15)

Paillardelle tomó partido por los patriotas luego de que, muerta su madre, el gobierno virreinal negó a los hermanos el derecho a la herencia de los bienes dejados por aquella al considerarlos extranjeros.

Mientras, el alcalde del Ayuntamiento de Tacna, Don Manuel Calderón de la Barca, casado con Toribia Ara, hija del cacique que había participado en el movimiento protagonizado por Francisco de Zela en 1811, era simpatizante secreto de la causa emancipadora y encontró en Paillardelle el hombre capaz de mandar la derrotada insurrección anterior.

Tal como hemos dicho, Paillardelle se entrevistó con patriotas de Moquegua y Arequipa para combinar una acción conjunta. Luego se reunió con su hermano Juan Francisco en Puno, desde donde marchó a Potosí para aunar criterios con Belgrano.

En esta forma acordaron el levantamiento simultáneo de las provincias de Arequipa, Tacna y Tarapacá para el siguiente 28 de setiembre.

De regreso a Tacna el día 10, comunicó lo resuelto a Calderón de la Barca y junto con el tacneño José Gómez, prepararon la insurrección, que debió postergarse unos días por razones técnicas. (16)

Belgrano, con su eficaz despliegue de agentes a lo largo de Desaguadero y en el Bajo Perú, se dirigió una vez más a estos pueblos por medio de una proclama donde les daba cuenta del desafortunado encuentro en Vilcapugio. El 2 de octubre, encontrándose en Toro, manifestó a los vecinos los pormenores de este hecho, que vio apenas como un contraste, por cuanto reuniendo los dispersos en Chantaya junto con las divisiones de este lugar y de Cochabamba se aprestó a volver contra el enemigo. Y exclamó:

“Lo que ahora es, que no se amilanen, que tengan confianza, y que trabajen con anhelo para mantener el fuego sagrado del patriotismo; hemos de ser libres e independientes, mejor diré, ya lo somos, y ni esto ni otro contraste ha de cambiar la suerte que el mismo Dios nos ha querido conceder […]”. (17)

En la noche de ese mismo día se produjo la segunda insurrección de Tacna, esta vez encabezada por Enrique Paillardelle, quien se apoderó del cuartel realista luego de apresar al Tcnl. Francisco Suero, subdelegado sustituto del Capitán Antonio de Rivero, que se encontraba, supuestamente por salud, con permiso en la ciudad de Arequipa.

La tropa, en su mayoría criolla, se plegó al movimiento, dando origen a la formación de una compañía que tomó el nombre de Cazadores de Tacna y confiada al Com. José Gómez.

Más Paillardelle, consciente de la audacia del golpe, envió a su hermano Antonio y a Julián Peñaranda al campamento de Belgrano, no sólo para informarlo del suceso, sino también para solicitar ayuda en hombres, armas y municiones. A pesar de las dificultades que estaba pasando, nuestro prócer prometió los refuerzos a breve plazo.

El 10 de octubre, los revolucionarios de Tacna se reunieron en las Pampas de Caramolle nuevamente y enarbolando la bandera azul y blanca de los patriotas de Buenos Aires, aclamaron a Enrique Paillardelle, quien prometió vencer o morir por la libertad de América. En realidad, los tacneños habían hecho flamear la bandera de Belgrano.

Sin perder tiempo, a los dos días se dirigieron a los valles de Sama y Locumba, en busca del lugar propicio para enfrentar a los realistas.

En mala hora, ya que José Gómez -no entendemos si por indecisión o por temor, pero en forma irreflexiva- libero a los jefes realistas Suero y Palacios, a quienes incluso ayudó a huir con la esperanza de un indulto del Virrey, hecho tanto más deplorable cuanto él había sido uno de los gestores principales de la insurrección.(18)

Precisamente, el mismo 3 de octubre, con desconocimiento de la insurrección, el Comandante del Desaguadero, Antonio de Goyburu, escribió una reservada al Marqués de Valde-Hoyos, jefe del gobierno de La Paz, donde demostraba estar muy bien informado del movimiento revolucionario en los departamentos del sur del Perú, a la vez que le imponía de las necesidades inmediatas para la represión y defensa. Como informara:

“[…] han apresado a cinco, se ha descubierto la prevención buena que tenían de pertrechos, y el golpe que iban a dar sublevándose con los Pueblos de Moquegua y Tacna. Entre ellos está preso Rivero y otros abogados y me aseguró el conductor que cuando el Señor General ingresó a aquella ciudad se desapareció Rivero, y no volvió hasta mes y medio de cuando se ausentó y se tiene por cierto haya ido a verse con Belgrano. Todos estos movimientos son fomentados y animados por quien V.E. no ignora pues desde que salió de esa y fue a Arequipa tenemos estas novedades, y es capaz de revolver todo el mundo cuanto más aquella ciudad; ésta y los alzados de esa se comunican mucho y necesitamos doblar nuestro cuidado porque la cosa vaya también por la retaguardia. En el acto debían de quitar de Tacna aquel Subdelegado que es hermano de Rivero, y poner un sujeto de calzones y de carácter con doscientos hombres bien disciplinados, artillería, etc., pues por aquella parte tienen comunicación con los enemigos caminando por la provincia de Carangas […]”. (19)

Dos días más tarde, los independientes consiguieron interceptar un oficio del marqués al Brig. Joaquín de la Pezuela (La Paz, 5 de octubre), advirtiéndole que los patriotas utilizaban como arma efectiva la seducción, la que empleaban tanto el Grl. Belgrano como sus subordinados. (20)

Por su parte, Julián de Peñaranda, que actuaba como representante de los independientes de las costas occidentales del Perú, escribía a Belgrano dándole razón circunstanciada de los últimos acontecimientos a partir del 3 de octubre. Desde Potosí, adonde se había trasladado, tomó la precaución de destruir la documentación, temeroso de ser asaltado por el gran número de desertores.

Le informaba del bando dado a conocer por el enemigo el día 4, de entregar las armas que tuvieren los vecinos, bajo la amenaza de ser ajusticiados y particularmente, con una moral óptima en las circunstancias que vivían le urgía para que le enviara armamento y caballos, a la vez que le aseguraba el apoyo con mil hombres “aguerridos, disciplinados, valientes y entusiastas […] sin contar 6.000 más que se comprometen a resguardar aquellos suelos”. (21)

En tanto que éste, desde su cuartel general en Macha, se apresuraba a enviar una nueva proclama a los patriotas peruanos, modelo de sencillez y elocuencia. (22)

Estos mensajes que con tanta asiduidad dirigían nuestros próceres a los pueblos, son signos evidentes del carácter continental del movimiento emancipador.

Siempre hemos tenido la impresión de que Belgrano, con sus trabajos fructíferos o desgraciados, se había dedicado sin cortapisas a la defensa de una nueva forma de vida para las Provincias del Río de la Plata, ajena a la voluntad y el dominio de la autoridad de España; pero además, no hay una sola proclama que no demuestre su ideario americanista, y este pensamiento y sentimiento no surgió en forma espontánea al ritmo del curso de los acontecimientos, sino que había crecido y madurado a lo largo de toda su educación. Nació con sus estudios en España y se afianzó a través de su responsabilidad como Secretario del Consulado. El ataque inglés al Río de La Plata en 1806-1807 incidió profundamente en su vida, como una realidad que providencialmente evitó que cambiáramos de dueño, y la invasión napoleónica a España fue sólo el detonante de una decisión difícil ya de retrotraer.

Don Manuel Belgrano no conoció, no concibió otra patria que América y ese fue su pensamiento en 1810, en 1813 y en 1820.

Por ello, pudo comunicar las últimas novedades al Cabildo de Buenos Aires, que reflejaban su más pleno optimismo, particularmente al contar con la adhesión de Arica y Tacna. (23)

Y en el informe al Poder Ejecutivo sobre la situación del Alto Perú, le advertía que la causa independiente se extendía rápidamente en Huamanga, Cuzco, “todas las ciudades” y hasta Lima. “Todo lo decidirá -dice- los sentimientos de los americanos que aún desean libertarse del Despotismo […]”. Para ello -reflexionaba- “se necesita tiempo, constancia y toda clase de apuros, para conseguir tan preciosos bienes, y sostenerlos como corresponde”. (24)

Sólo quien conoce este teatro de operaciones tan magistralmente trazado por Belgrano, puede comprender la profunda reflexión expresada. Y tanto es así que Enrique Paillardelle, el 31 de octubre, enfrentó en el Campo de Camiare, con apenas 500 hombres, a las tropas realistas enviadas desde Arequipa al mando del Cnl. José García de Santiago. La acción resultó adversa a los patriotas, pero Paillardelle no perdió el ánimo porque esperaba el auxilio prometido por Belgrano. Así se lo hizo saber al Alcalde de Tacna, Calderón de la Barca.

El ayuntamiento, lejos de organizar la defensa de la ciudad como le pedía aquel, la abandonó huyendo hacia el altiplano.

Paillardelle, que llegó el 2 de noviembre a Tacna, con harto desencanto, se encontró con la defección de las autoridades y al comprender que toda la resistencia sería inútil, en especial, luego de tener noticias del desastre de Vilcapugio, abandonó la ciudad en el mismo día para unirse al ejército de Belgrano. (25)

Arequipa, Moquegua y Arica desistieron finalmente de su entusiasmo inicial, lo que movió a Belgrano a reflexionar: “Ansían por la libertad e independencia, pero quieren que sea a costa de sangre ajena”. Estas amargas expresiones se traducirían en el informe que elevó al Gobierno para notificarle la marcha de la revolución.

“[…] falta mucho todavía para que los americanos salgamos de la esfera de degradación en que estábamos, y que nuestro espíritu tome aquel vuelo, que lo haga superior a perder las ridículas comodidades de nuestra vida, por otra parte muy llena de vicios.

Por una carta que se interceptó de Pezuela, sé que no mandó más que cien hombres para sujetar aquel pueblo y si hay allí alguna constancia, y los nuestros llegan a tiempo, espero que la revolución continúe con otra fuerza, y haga otros progresos, pues los pueblos no se contentan, si no ven a los soldados de la Patria.” (26)

Todavía abunda Belgrano en otras reflexiones sobre el particular, siendo su parecer que mientras no se venciera al ejército de Lima, toda empresa estaría plagada de dificultades.(27)

Belgrano, no obstante, sin darse por vencido, en sendas proclamas dirigidas a ambos pueblos, les recordaba el esfuerzo realizado por Tacna. (28)

Al mismo tiempo, reconociendo el papel protagónico representado por Enrique Paillardelle, lo incorporó, al igual que a su hermano Antonio, al Ejército Auxiliar del Perú. Además, le mantuvo el grado de Teniente Coronel que ya poseía, destinándolo a las compañías sueltas de línea. (29)

Conviene recordar que este decidido patriota, de temprano y triste fin en Montevideo, fue autor de uno de los tantos planes de operaciones que circularon para derrotar a los realistas. Redactado en Mojos, el 29 de noviembre de 1813, y elevado al Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de La Plata, no se conoce ninguna versión que le haya asignado importancia. Tampoco el Brig. Belgrano hizo comentario alguno al respecto. Sin embargo, en algunas apreciaciones, tiene reflexiones atinadas.

Luego de reseñar su participación en el movimiento emancipador en el Virreinato del Perú, proponía la fortificación del puerto de Arica, tan importante para las operaciones futuras de los independientes, a la vez que impediría a Pezuela se reunieran los auxilios que necesitaba. Además, desde Arica promovió la libertad de los negros y considerando que éstos pasaban de los ochenta mil, podían mantener controlado el ejército realista al entorpecer a las divisiones del norte y del sur que se podían agrupar. Lima era posible sitiarla hasta sus mismas murallas.

Pero Paillardelle estimaba que de aprobarse la libertad de los negros, igualmente se podía formar un ejército de ochenta mil hombres, encendiendo el espíritu emancipador a lo largo de toda la costa del Perú. Desde este lugar, proponía insurreccionar el Cuzco “y demás Provincias”.

Ahora bien, suponía que el factor decisivo de esta empresa tenía que estar asegurado por medio del avance de las tropas embarcadas en Valparaíso, operando en el Bajo Perú. A la vez, proponía que en forma paralela el Brig. Belgrano tenía que alcanzar Suipacha con un ejército de igual cantidad de hombres.

Para el caso de que el enemigo se retirase hacia la costa, Paillardelle avanzaría sobre Potosí, pero al abandonar los puntos ocupados, los patriotas a su mando se internarían a esa ciudad a través de La Paz y Oruro. Por el contrario, si los realistas se mantuviesen en Potosí, entonces Paillardelle proponía apoderarse de Puno, el Desaguadero, La Paz y Oruro, mientras Belgrano viniese en su busca por el Despoblado.

Asimismo, entendía que si el sitio impuesto a Montevideo impidiese a Buenos Aires prestar el apoyo de los mil hombres solicitados, podían salir de la Capital la mitad y otros tantos de Chile, o bien que este país facilitase todos los hombres.

Este plan siguió abundando en otros aspectos, tales como el de la formación de la escuadra y del armamento, aunque no arriesgaba ninguna consideración acerca de los fondos necesarios para llevar a cabo la empresa, pero concluía su proyecto con apreciaciones que revelaban su gran confianza y admiración por el Jefe del Ejército Auxiliar del Perú:

“Nada necesitó el Exmo. Señor D. Manuel Belgrano para que me arrojase a los peligros de que me he visto rodeado, y aunque quisiera hacer presente a V. E. verbalmente las utilidades de poner en planta mis proposiciones no lo puedo verificar sin expresa licencia de V. E. por hallarme al lado del Exmo. señor D. Manuel Belgrano sobre lo que resolverá V. E. lo que fuera de su agrado […]”. (30)

Aunque no existan constancias de que haya participado en Ayohuma, lo cual es poco probable, en cambio Paillardelle tuvo a su cargo un comando de guerrilla de la división de Manuel Dorrego, desde la avanzada de Yala. El enemigo, superior en número, consiguió hacerlo retroceder hasta el río Reyes, donde otra partida, al mando del Teniente Ferreyra con cincuenta hombres, defendió el paso. Entre ambos consiguieron derrotar a los realistas dificultando su avance, a lo que contribuyó también la crecida del río.

El parte de Dorrego es por demás elocuente:

“El Teniente Coronel D. Enrique Paillardelle, y demás oficiales agregados a esta división, se han comportado con toda energía; y sin duda, si aprovechándonos de la ventaja del terreno, y bizarría de los oficiales y tropa hubiéramos dado acción, sin disputa hubiera sido arrollado el enemigo, pero las órdenes de V. E. para no emprenderla sino con conocida ventaja, cuando no éramos ni aún la mitad, igualmente que la escasez de municiones, me hicieron retirarme, entrada la noche, a los cerrillos, y de allí a este punto, desde donde mis partidas volantes sobre el Río de Arias le incomodan incesantemente privándole de todo recurso […]”. (31)

Belgrano, desde Ticucho, escribía a San Martín el 26 de enero de 1814, ignorante todavía de que éste había sido designado jefe del Ejército Auxiliar del Perú en su reemplazo, variando así la decisión inicial del gobierno, de nombrarlo su segundo, y le adelantaba las noticias de las medidas que estaba tomando con toda urgencia para la reorganización del ejército. Le informaba que había ordenado reunirse a su plana mayor a Paillardelle, para que se hiciera cargo del Comando de Artillería. (32)

Como vemos, el puente tendido desde Salta al Segundo Grito de Tacna mostraba a las claras las notables dotes militares de que hizo gala Don Manuel Belgrano a favor de la causa continental.

Concibió con meridiana certeza una acción conjunta que debía movilizarse en forma sincrónica en uno de los focos más intensos de concentración realista, el actual noroeste argentino, el Alto y el Bajo Perú, propósito que fue declarado por el mismo Calderón de la Barca a San Martín, el 13 de octubre de 1821:

“[…] el año 1813, de orden del Señor General en Jefe Don Manuel Belgrano, hice yo mismo la revolución en dicho partido (Tacna) y fui nombrado por dicho señor y por el pueblo Gobernador y Comandante militar de allí, como lo acreditan los oficios que me pasaron el referido Señor Belgrano y el Vicario de aquel pueblo”.

No fue pues una coincidencia, sino un plan bien concebido y que respondía al ideario y proyección americana de nuestros próceres.

Por su parte, el Alto y el Bajo Perú, donde predominaba el elemento indígena, tenía una ideología bien definida acerca de la sociedad y de sus autoridades.

Se puede argüir que estos hombres no traían principios nuevos, y aún los había que no tenían ideas claras, pero tenían conciencia de que había que revertir los hechos y crear una suerte de libertad frente al envejecimiento del dominio español en tierras americanas.

Entre ellos se destacaba, precisamente, Manuel Belgrano, por su infatigable desvelo, tan humilde en las victorias como sereno en las derrotas.

Vilcapugio y Tacna fueron contrastes previsibles dentro de los azares de la guerra, pero casi inevitables, cuando el curso de los acontecimientos estaban indicando una nueva realidad para Iberoamérica.

Y es por esto, que ninguna de las dos acciones se perdieron en el olvido y en la frustración. Antes bien, en 1814 Mateo Pumacahua promovía una nueva rebelión en el Cuzco que extendería al año siguiente a Arequipa. Corridos poco más de diez años, la tenacidad de los patriotas aseguraba la suerte del continente, aunque se insumieron ingentes sacrificios. 

Notas bibliográficas 

1. CACERES VALDIVIA, José, “Actos precursores de la emancipación peruana” en CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS MILITARES DEL PERU (CEHMP), Revista Nº 19, Lima, 1971, p. 57.

2. Ibidem, p. 59.

3. MELI, Rosa, “Legajo militar del Brigadier General Manuel Belgrano” en Anales del Instituto Belgraniano Central de la República Argentina, Nº 1, Buenos Aires, 1979, p. 126.

4. “Memoria del General Don Juan Pardo de Zela, español al servicio de Buenos Aires y del Perú” en ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, Boletín Nº XXXIV, 1ª Sección, Buenos Aires, 1964, pp. 403-404.

5. Ibidem, p. 407.

6. Ibidem, p. 410.

7. Ibidem, pp. 410-411. Pardo de Zela se refiere, sin duda, al general y político discípulo de Platón, quien luego de su brillante triunfo en la batalla de Nasós (376 a.C.), al mando del ala izquierda de la flota griega, fue elegido estratega 45 veces, al decir de Plutarco, estando Atenas al borde de la anarquía y a punto de perecer, y convencido de la incapacidad del pueblo, de vivir de momento en democracia, equivocaba Demóstenes al decirle: “Te quitarán los atenienses la vida, oh, Foción”. Veinte años más tarde, restaurada la democracia, Foción fue hecho prisionero y juzgado por traición, siendo condenado a muerte. Las penurias que se sucedieron, hicieron comprender a su pueblo la lealtad que siempre había guardado a la patria.

8. ARCHIVO GENERAL DE LA NACION, Sala X, 3-2-3, Ejército Auxiliar del Perú, 1813.

9. Potosí, agosto 26 de 1813, AGN, X, 3-10-6 y Gaceta Ministerial del 22 de septiembre de 1813, p. 530.

10. Buenos Aires, 24 de septiembre 1813, AGN, X, 3-2-3.

11. BELGRANO, Mario, Historia de Belgrano, publicado por la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1944, pp. 194-196.

12. GARCÍA CAMBA, Andrés, Memorias del General García Camba. Para la historia de las armas españolas en el Perú. 1809-1821, Biblioteca Ayacucho, Madrid, América, 1916, p. 156.

13. CAVERO EGUZQUIZA, Ricardo, Discurso pronunciado en el Cuarto Congreso Internacional de Historia de América, organizado por la Academia Nacional de la Historia, t. I, Buenos Aires, 1966, p. 165. MELI, Rosa, “Guerra de recursos en la campaña sanmartiniana del Perú”, Separata del Boletín Informativo Nº III-IV de la DIRECCION DE ESTUDIOS HISTORICOS DEL EJERCITO, Buenos Aires, 1970, p. 130 y ss.

14. JUNTA DE HISTORIA Y NUMISMATICA, Gaceta de Buenos Aires, t. III, 1910, p. 530.

15. En el plan presentado al gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el 29 de noviembre de 1813 desde Mojos, Paillardelle dice que en Francia sirvió en la Marina desde 1796 hasta 1802, como alférez.

16. CEHMP, Revista Nº 19, ob. cit., pp. 62-63. Tanto Cavero Egúzquiza como Cáceres Valdivia, afirman que Belgrano y Paillardelle se entrevistaron en Vilcapugio el 26 de agosto. Sin embargo, este dato está errado, pues el mismo Pardo de Zela dice en su Memoria que recién el 29 de septiembre Belgrano ocupó esta llanura.

17. AGN, X, 3-2-3.

18. CACERES VALDIVIA, J., ob. cit., pp. 63-64.

19. AGN, X, 3-2-3, La grafía de las palabras fue modernizada.

20. Ibidem y Gaceta de Buenos Aires, ob. cit., p. 567.

21. Potosí, 18 de octubre de 1813. Ibidem, t. III, pp. 567-568.

22. Macha, 21 de octubre de 1813. Ibid., p. 567.

23. Macha, 29 de octubre de 1813. MUSEO HISTORICO NACIONAL, Año 1813, Doc. 170.

24. AGN, X, 3-10-6 y Gaceta, ob. cit., pp. 64-65.

25. CÁCERES VALDIVIA, J., ob. cit., pp. 64-65.

26. AGN, X, 3-10-6, Macha, 5 de noviembre de 1813.

27. Ibidem.

28. Ibid.

29. 30 de diciembre de 1813. AGN, Tomas de Razón (1740-1821), Buenos Aires, Kraft, 1925, p. 650.

30. AGN, Documentos referentes a la Guerra de la Independencia y Emancipación Política. De la República Argentina y de otras naciones de América a que cooperó desde 1810 a 1828, t. 3, Buenos Aires, Ricardo Radaelli, 1917, pp. 223-225.

31. 17 y 22 de enero de 1814. AGN, División Nacional, Guerra, 1811-1816, Partes de batalla de Manuel Dorrego a Belgrano.

32. ANH, Epistolario belgraniano, Recopilación de María Teresa Piragino, Buenos Aires, 1970, p. 247.

33. MENDOZA, Samuel R., “La insurrección de Tacna” en CEHMP, Revista del Instituto Ramón Castilla, Nº 6, Lima, 1961, p. 119. 

Bibliografía consultada

ARCHIVO GENERAL DE LA NACION, Sala X, 3-2-3 y Sala X, 3-10-6.

IBIDEM, División Nacional, Guerra 1811- 1816, Partes de batalla de Manuel Dorrego a Manuel Belgrano.

IBIDEM, Documentos referentes a la Guerra de la Independencia y Emancipación Política. De la República Argentina y de otras naciones de América a que cooperó desde 1810 a 1828, t. III, Buenos Aires. Ricardo Radaelli, 1917.

IBIDEM, Tomás de Razón. 1740 a 1821, Buenos Aires, Kraft, 1925.

ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, Epistolario Belgraniano (recopilación de María Teresa Piragino), Buenos Aires, 1970.

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CACERES VALDIVIA, José, “Actos precursores de la Emancipación Peruana” en CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS

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RIQUELME, Norma Dolores, “Vilcapugio: una batalla indecisa” en ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, Cuarto Congreso Internacional de Historia de América, t. IV, Buenos Aires, 1966.

SENADO DE LA NACION, Biblioteca de Mayo, t. XV. Guerra de la Independencia, Buenos Aires, 1963, pp. 13.264 y 13.266.

* Este artículo, publicado en Anales Nº 6, Buenos Aires, Instituto Nacional Belgraniano, 1993, pp. 37-50, fue reeditado, dado que esta obra se encuentra agotada, en Anales Nº 14 disponible en la Biblioteca del I.N.B. y en su formato digital haciendo click aquí


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